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La ignorancia de Sócrates

Dicen que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad, entonces, en un mundo donde impera la ignorancia, ¿Lo correcto es lo que dicta el vox populi? 
Aunque sea difícil de creer, hay muchas personas en el mundo que están convencidas de no ser ignorantes, sin importar el estrato social o grupo etario al que pertenezcan, mismos que suelen arremeter contra todo ello que consideren carente de información, e incluso, se dan a la tarea de infamar a quien no les parezca correcto su modus vivendi. 
Según la Real Academia Española, la ignorancia se manifiesta como la “falta de conocimiento”, y bajo este supuesto, es sencillo deducir que todos, en mayor o menor grado somos ignorantes. Porque resulta imposible (a reserva de que exista un ser humano con una capacidad de aprendizaje superior a la de las supercomputadoras que hoy en día posee la humanidad) captar todo el conocimiento generado a lo largo de la historia del ser humano; el conocimiento y la sabiduría aumentan cada segundo en todas las latitudes. 
Cada cierto tiempo vemos en las redes sociales, noticieros, periódicos y demás medios de comunicación, información acerca de índices que posicionan a México como el país más ignorante del mundo, o dentro de los más ignorantes, donde se exponen las carencias educativas, desigualdad y otros factores que otorgan la poco presumible reputación al país. 
En el caso particular de México, un ejercicio recurrente en la mayoría de la población es señalar la ignorancia, pues no es secreto que el país dista de ser un ejemplo para el resto del mundo en torno a la educación, en todos sus rubros. Pero ciertamente va más allá de señalar dicha carencia, se atenta contra el ignorante, aún sin siquiera comprender el porqué de su ignorancia. 
En lo personal, me llamó mucho la atención el cómo conciben esta información muchas personas, donde en muchas ocasiones se criticó la negligencia de aprendizaje de parte de la población, asumiendo que estamos como estamos porque nos lo merecemos, aceptando la innegable ignorancia que al país concierne. 
Me resulta gracioso que, en la actual pandemia donde todos hemos desarrollado un criterio y posición acerca de lo que engloba la coyuntura actual, muchos de los que señalan el mal que representa la ignorancia en el país, ensimismados en demostrar que poseen la verdad, muestran oposición a las indicaciones e informes que el gobierno ha comunicado argumentando que los gobiernos locales manipulan información para obtener beneficios, mismos que dichos críticos no pueden explicar. El caso de quienes, además de negar, desobedecen las indicaciones exponiéndose y exponiendo a los demás a un latente contagio. 
Desde pausar la economía, hasta la inverosímil idea de robar el líquido de las rodillas, son unas de las tantas posturas que se han manifestado en redes sociales. Y es que es así, el ser humano no es ajeno a la ignorancia, de hecho, se nace siendo ignorante, en nosotros está el cómo la percibimos. 
Ahora, ¿existe la manera positiva de percibir la ignorancia? ¿O la misma ignorancia se encargará de evitarlo? Vaya paradoja. 
“Sólo sé que no sé nada”, es sin duda una de las frases más célebres del filósofo griego Sócrates, misma donde expresa que es consciente de su propia ignorancia. Luego de interrogar a los considerados más sabios sofistas y políticos, Sócrates concluye que posiblemente él sea el más sabio, porque ellos “…creen saber algo pese a no saberlo, mientras que yo (Sócrates), así como no sé nada, tampoco creo saberlo” (Platón, -393, p. 45). 

La Mort de Socrate. Jacques-Louis David, 1787. 

Entender y aceptar nuestra ignorancia, nos hace, en efecto, más sabios. Es la mejor herramienta para entenderlo, y cierto es que se compagina con la ironía, pues, de acuerdo con Sócrates, quien es consciente de su ignorancia se vuelve menos ignorante. La ironía irrumpe aquí en todo su esplendor y se fundamenta en un ataque al lazo social respecto de lo que convencionalmente se comprende como “saber”. Saber que no se sabe constituye, entonces, a la sabiduría humana. He aquí a la ignorancia de Sócrates, la que lo convierte en el más sabio de los hombres. 
Por ello, no es cuestión de ignorancia a escala de países, la mayoría de los individuos poseemos la capacidad de cuestionarnos cuán ignorantes somos, y doy por hecho que, cuando seamos conscientes de nuestra ignorancia, jamás volveremos a evidenciar de la misma manera la ignorancia de los demás. A fin de cuentas, las decisiones tomadas por la humanidad a lo largo de su historia son sustentadas en su mayoría por la ignorancia y nos han traído hasta donde estamos. 
Así que la próxima vez que nos dispongamos a cuestionar las capacidades del prójimo, entendamos primero las nuestras, tal vez solo así pongamos los pies en la tierra y nos demos cuenta de que la ignorancia no es sinónimo de desprecio y mucho menos se debe corresponder con displicencia. 
Debemos entender que la mejor crítica es la autocrítica, aunque ciertamente la crítica de los demás es necesaria, y además, como resalta Karl Popper en su texto The knowledge of ignorance, la crítica racional y no personal (u objetiva) debería ser siempre específica: hay que alegar razones específicas cuando una afirmación específica, una hipótesis específica o un argumento específico nos parece falso o no válido. Hay que guiarse por la idea de acercamiento a la verdad objetiva. En este sentido, la crítica tiene que ser impersonal, pero debería ser a la vez benévola. 

Entendiéndolo así, la ignorancia pierde toda cualidad innoble.

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