“El instinto común de la humanidad por la realidad […] ha mantenido siempre que el mundo era esencialmente un teatro para el heroísmo” 1 . El teatro que ha montado el 2020 tiene todo puesto para la irrupción de un héroe. Drama tras drama y tragedia a tragedia, los meses han transcurrido entre una pandemia interminable, temblores, hackers y conflictos sociales aparentemente irreconciliables. La invitación está sobre la mesa, la necesidad emerge obvia y las ganas existen porque, ¿quién no quiere ser un héroe? La voluntad para ser un héroe tiene una base psicológica profunda la cual, según Ernest Becker 2 , se deriva de un narcisismo inherente al ser humano y de la construcción de nuestra autoestima. Combinadas germinan en nosotros la necesidad por satisfacer un sentimiento de valor primordial, de unicidad y de utilidad. La promesa de nuestro eventual heroísmo es el sobreentendido de que nuestra existencia tiene una función. Normalmente pasamos de largo intenta...