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Mostrando las entradas de noviembre 22, 2020

A propósito de los ídolos (de los que se van y los que se quedan)

  Ya Carlos Monsiváis contaba un episodio sobre el que me gusta pensar.   El poeta tabasqueño Carlos Pellicer, de apenas catorce años, en 1911 se encontró por las calles del centro de la Ciudad de México, a quien en un futuro podría llamar colega, al poeta peruano José Santos Chocano. Como el niño que era, Pellicer olvidó la ruta que habría de devolverlo a su casa y absorto sólo pudo atinar a acechar torpemente a un Santos Chocano que pronto notó que un diminuto ser le perseguía.   –Niño, ¿tú quieres algo de mí? –preguntó el peruano sonriendo. –No, señor. Es que… yo a usted lo admiro mucho –vaciló Pellicer.   Sin perder la sonrisa, el poeta le puso la mano derecha sobre el hombro y con la otra suavemente le tocó la barbilla. No se dijeron nada. Se alejaron.   El niño Pellicer tomó el tranvía regreso a casa. La emoción que sintió de poder estar tan cerca de un gran poeta no le permitió comer ese día.   Sarcástico, Monsiváis remata la tierna anécdota del poeta tabasqueño: “Ahora sería la