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¿Los locos años veinte?

El año cuenta con algunos días ya en la espalda, pero apenas el 6 de enero me sentí por vez primera en el 2021.   En alguno de los grupos que tengo silenciados del, ahora más que nunca, ignominioso whatsapp, alguien comentaba sobre el asalto al Capitolio por bandas pro-Trump. Ante el escandaloso hecho que inaugura el nuevo año (porque más que sustancioso fue escandaloso), un amigo señalaba el acontecer absurdo de la vida estadounidense. Es como una película, puntuó.    Más tarde, ese mismo día, a mí se me ocurrió decirle a alguien “qué loco empezó este año, ¿no?”, como para decir cualquier cosa, tal vez para no tener que hablar del clima. Pero mi tímida manera de romper el hielo se topó con un contundente, “igual que el año pasado”. La respuesta no fue agresiva, ni siquiera indiferente, pero me hizo arrepentirme de inmediato de lo que acababa de decir.   Me sentí un poco tonto. No es que genuinamente fuera incapaz de dar crédito de las noticias recientes o que verdaderamente me sorpren
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A propósito de los ídolos (de los que se van y los que se quedan)

  Ya Carlos Monsiváis contaba un episodio sobre el que me gusta pensar.   El poeta tabasqueño Carlos Pellicer, de apenas catorce años, en 1911 se encontró por las calles del centro de la Ciudad de México, a quien en un futuro podría llamar colega, al poeta peruano José Santos Chocano. Como el niño que era, Pellicer olvidó la ruta que habría de devolverlo a su casa y absorto sólo pudo atinar a acechar torpemente a un Santos Chocano que pronto notó que un diminuto ser le perseguía.   –Niño, ¿tú quieres algo de mí? –preguntó el peruano sonriendo. –No, señor. Es que… yo a usted lo admiro mucho –vaciló Pellicer.   Sin perder la sonrisa, el poeta le puso la mano derecha sobre el hombro y con la otra suavemente le tocó la barbilla. No se dijeron nada. Se alejaron.   El niño Pellicer tomó el tranvía regreso a casa. La emoción que sintió de poder estar tan cerca de un gran poeta no le permitió comer ese día.   Sarcástico, Monsiváis remata la tierna anécdota del poeta tabasqueño: “Ahora sería la

La suave ficción patria

  Suave Patria, vendedora de chía: Quiero raptarte en la cuaresma opaca, sobre un garañón y con matraca, y entre los tiros de la policía.   Fragmento del poema Suave Patria de Ramón López Velarde   De México sé apenas lo que me cuentan los libros. Eso parece.   Cuando pequeños, bebimos de la historia oficial. Memorizamos efemérides, transcribimos biografías, aprehendimos símbolos, coloreamos mapas, recitamos capitales. Apenas algunos tuvimos aproximación a la subversión de la boca de un atrevido docente. Como mi maestra de primaria, a quien no le hacia mucha gracia la figura del Pípila. Allá ella.   Pronto, cuando parecía no haber nada nuevo, cuando no entendíamos las letras que lo componían, pero cantábamos el himno nacional inconscientemente, como el  jingle  de un comercial o como cantamos  Despacito  en el 2017, nuestra noción de patria se abrió. No diría que se abrió a la crítica, sino a la duda. No es que nuestro examen de lo mexicano se volviera más riguroso, es sólo que a la vo

Si no podemos divertirnos, ¿cuál es el punto? por David Graeber

Alguna vez, mi amiga June Thunderstorm y yo pasamos media hora sentados en la pradera junto a un lago. Mirábamos a un gusano balancearse desde la punta de una hebra de pasto, torciéndose hacia cualquier dirección posible, para finalmente saltar hacia otra y ahí repetir el ritual. El proceso continuó de forma cíclica, constituyendo un gasto masivo de energía en una acción que aparentemente no tenía razón de ser alguna. “Todos los animales juegan,” me dijo June. “Incluso las hormigas.” Ella había ejercido profesionalmente la jardinería durante muchos años, por lo que había presenciado múltiples actos parecidos que usaba como referencia. “Mira,” dijo con modesto aire triunfal. “¿Ves a lo que me refiero?”   Al oír esta historia, la mayoría de nosotros pediría una prueba. ¿Cómo podemos saber que el gusano estaba jugando? Tal vez los círculos invisibles que trazaba en el aire con su bamboleo eran parte de la búsqueda de algún tipo de presa. O de un ritual de apariamiento. ¿Podemos probar que

Los "intelectuales" en la ilusión democrática

Héctor Muñoz R.  La aparición del desplegado titulado "Contra la deriva autoritaria y por la defensa de la democracia"  , firmado por un grupo de escritores, académicos y comentaristas reconocidos, es una muestra más de la total ceguera y vulgaridad con la que las élites intelectuales "liberales" de este país intentan captar la realidad que aparece ante ellos. No debería ser sorprendente. Atrapados en la retórica anti-monárquica de las revoluciones burguesas del siglo XVIII en las que se quedaron atrapados (¡resulta que los izquierdistas no son los retrógadas después de todo!), estos defensores de la libertad y la democracia no tienen empacho a la hora de condenar "el poder absoluto", "el autoritarismo", "la concentración del poder", "la falta de pluralismo", "la polarización social", "las decisiones unilaterales" y otros tantos enemigos altamente apelables al sentido común colectivo. Las loas a la libertad