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Los "intelectuales" en la ilusión democrática

Héctor Muñoz R. 

La aparición del desplegado titulado "Contra la deriva autoritaria y por la defensa de la democracia" , firmado por un grupo de escritores, académicos y comentaristas reconocidos, es una muestra más de la total ceguera y vulgaridad con la que las élites intelectuales "liberales" de este país intentan captar la realidad que aparece ante ellos. No debería ser sorprendente. Atrapados en la retórica anti-monárquica de las revoluciones burguesas del siglo XVIII en las que se quedaron atrapados (¡resulta que los izquierdistas no son los retrógadas después de todo!), estos defensores de la libertad y la democracia no tienen empacho a la hora de condenar "el poder absoluto", "el autoritarismo", "la concentración del poder", "la falta de pluralismo", "la polarización social", "las decisiones unilaterales" y otros tantos enemigos altamente apelables al sentido común colectivo. Las loas a la libertad arrancan suspiros y desmayos. ¿Quién en su sano juicio estaría en contra de la defensa de tan elevado valor? 

Sin embargo, como buenos liberales que son, es imposible para ellos escapar de la propia historia de su ideología política. Hace algunos años, el historiador italiano Domenico Losurdo (2007) llamó la atención sobre las evidentes contradicciones y los límites del pensamiento liberal que surgieron en el propio contexto histórico en el que nació esa ideología: mientras que los intelectuales y divulgadores del liberalismo europeo y después americano luchaban contra el absolutismo de los viejos regímenes monárquicos, exigiendo libertad y democracia económicas y políticas, ignoraban por completo otras formas de opresión extremadamente cercanas a ellos, pero mucho más incómodas por ser menos abstractas: el despojo territorial de poblaciones indígenas, la discriminación racial, la desigualdad, la explotación laboral, la esclavitud y el sufrimiento involucrado en la génesis del revolucionario modo producción capitalista. Muchos de esos intelectuales, hoy considerados héroes de la Historia, eran propietarios de esclavos y plantaciones al mismo tiempo que redactaban Constituciones nacionales sobre el fundamento democrático de la libertad. 

Mientras que el argumento anterior podría ser tachado de simple falacia ad hominen, el hecho de que existe una contradicción fundamental entre el idealismo liberal y la realidad concreta de los problemas sociales del sistema económico que le sirve como base es ineludible e importante, ya que limita la propia capacidad de esta ideología para comprender la realidad y plantear acciones políticas en consecuencia, así como permite comprender quienes se benefician de ellas y qué fines persiguen. Esa contradicción no resuelta, ese idealismo romántico y ambiguo sobre la "libertad y la democracia" en el campo puramente discursivo y la elusión de su originario contenido de clase, es el que salta inmediatamente a la vista en el desplegado de los "intelectuales" mexicanos , una de las razón de que una gran parte de la población mexicana lo haya tomado con tanta incredulidad y rechazo, como una exposición de hipocresía por parte de un reducido grupo alejado de toda realidad.

La principal carencia en la visión de los firmantes es la de la propia ideología liberal: su incapacidad de distinguir entre la democracia formal abstracta y la democracia real en el ámbito de la praxis. Para nuestros grandes pensadores, la división de poderes, el voto universal y la autonomía institucional (en el papel) representa la democracia que se perdió con el triunfo electoral del actual presidente. "¡Un miembro de un partido opositor ganó las elecciones en 2000! !Hay más de un partido político! ¿Cómo no va a existir la democracia en México?", proclaman indignados ante el supuesto novedoso avance contra estos “avances”. Y mientras tanto, la burbuja en la que viven se eleva. Mientras que para ellos existe la democracia porque existe la autonomía (formal) del INE, la realidad de la gran mayoría de la población mexicana es el autoritarismo de la vida cotidiana sumida en la pobreza, la precariedad laboral, la enfermedad, la corrupción, la destrucción ambiental, la violencia y la imposición de agendas privadas (empresariales) como de interés general. La llamada “polarización” no encuentra un terreno fértil solo porque un discurso sea especialmente emotivo, sino porque es expresión de la polarización material acumulada bajo la lógica del capitalismo, profundizada por liberalismo de los últimos años. Quizá pedirles un comunicado por cada uno de estos problemas, enfrentados durante décadas por comunidades invisibles para las colonias pudientes de la Ciudad de México, sea demasiado para ellos: los alcances del totalitarismo del mercado son mucho más difíciles de identificar que los de un populista elocuente y, por lo tanto, requieren mayor esfuerzo. 

Por supuesto, sería extremadamente agotador emitir un comunicado por cada año que la política económica consistió en mantener bajos salarios generalizados para impulsar la rentabilidad y la "competitividad" del país, restringiendo de facto la libertad de miles de familias para satisfacer sus necesidades básicas. Se requeriría emitir innumerables firmas por cada vez que los trabajadores han lidiado con la falta de democracia en sus lugares de trabajo, a veces despótica. Los que trabajan en pensar se sentirían abrumados si tuvieran que emitir comunicados cada vez que una gran empresa, amparada por su “derecho a la libertad” (avalado por el Estado), ha despojado de sus recursos territoriales a comunidades enteras. La imaginación vuela y ahora es posible pensar en un "alto al autoritarismo" firmado en honor a cada persona que ha condenado su salud al consumir alimentos basura (baratos, ¡bendita libertad de comercio!) predominantes en cualquier lugar al que se vaya en este país. Mientras esos problemas han sido la realidad continua de generaciones bajo el capitalismo contemporáneo, la democracia “plural” festejada por los intelectuales ha funcionado sin problema alguno: diputados, senadores, presidentes municipales, gobernadores, banqueros centrales, consejeros electorales, partidos y presidentes han desfilado por el paisaje político mexicano. Y nada ha cambiado, millones de personas nunca han disfrutado los beneficios de la "transición democrática", ni de ningún tipo de democracia real. Pero para el tesoro intelectual de México, ninguno de estos problemas representó jamás una amenaza seria a nuestra democracia. Adelanto: será en vano la tarea de buscar un desplegado dedicado a ninguno de esos problemas firmados por las mismas personas que ahora se desgarran las vestiduras. Tales declaraciones no existen. 

Es necesario aclarar que esta crítica no es un rechazo implícito a la existencia de las instituciones actuales en sí mismas. Por supuesto, no se podría estar en contra de las ideas del derecho a ser libre, a una sociedad democrática, a la expresión de ideas sin restricciones, a la pluralidad, a las diferencias de opiniones, a no interferir en las elecciones de los otros, etc. que les sirven como fundamento. Lo que se argumenta aquí es que esos valores quedan en el aire (y por lo tanto, el funcionamiento de esas instituciones también) si no aterrizan en las condiciones materiales que se encuentran en la raíz misma de una economía cuyo objetivo último es la obtención de ganancia monetaria y la acumulación de capital. Para los liberales, regocijados en las nubes del idealismo, es completamente imposible concebir que es la propia estructura de la economía la que impide que esos ideales se lleven a cabo efectivamente por todos y para todos. En una sociedad de clases, cuando alguien se refiere a “la libertad”, esta es siempre de alguien para lograr algo determinado.

Por lo anterior, cabe mencionar que para escribir este artículo fue indispensable que el autor pecara de ingenuo intencionalmente. Un largo historial acumulado durante años ha demostrado que algunos de los personajes que suscribieron el desplegado no son solo neutrales pensadores, sino empresarios y actores políticos que tienen intereses muy terrenales, por así decirlo. Se encuentran vinculados con organizaciones y think thanks extranjeros y nacionales con intereses concretos, y muchos se han ganado la etiqueta de "intelectual de referencia" precisamente porque ciertos medios de comunicación han invertido dinero para que así sea. En la gran mayoría de las veces, es la cruda realpolitik la que se impone frente a la pura fidelidad ideológica desinteresada, y es clave tenerlo en cuenta. Así, más que una defensa inocente de los peligros que enfrenta la democracia, es muy tentativo pensar que el desplegado es una promoción de cerebros en venta, un paquete de personalidades disponibles para servir como armas culturales para el frente político de oposición partidista que esté dispuesto a ponerse de acuerdo con ellos y disputar el poder.  

Nada de lo anterior significa que el presente gobierno no actúe en formas que sean altamente cuestionables o que no tome decisiones criticables. La posibilidad de que se formulen alternativas existe (incluso desde la izquierda), pero es fundamental desenmascarar el discurso con el que los presuntos salvadores de la democracia perdida van a presentarse frente a la “opinión pública”, y la justificación teórica e ideológica con la que van a intentar sustentar su acción política. El debate es tanto intelectual como práctico. El intento  de comprender científicamente la realidad influye en la forma en la que se actúa políticamente. Asumir que existen democracias que son solo aparentes y rechazar la concepción de la “sociedad civil” liberal, sin conflictos de clase e intereses esencialmente opuestos en el marco de una forma de producción social históricamente específica, será fundamental para construir libertades y democracias reales, que puedan ejercerse prácticamente en cada vez más aspectos de la vida. 


Schteinberg, L. (2020). Intellectuals. Acrílico sobre papel. Rusia

 Referencias: 

Losurdo, D. (2007). Contrahistoria del liberalismo. El Viejo Topo: Barcelona

Héctor Muñoz R.

Guardián de Ecatepec, la zona más oscura de la Tierra media. Siempre socializo la tarea. Hablo tan poco que no tengo redes sociales.

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