El mes pasado se abrió, como cada dos años y medio
aproximadamente, la ventana de lanzamientos a Marte, es decir, que durante este
período la posición del planeta Tierra respecto a Marte es idónea para realizar
viajes entre ambos planetas, acortando, con nuestra tecnología actual, a viajes
de entre 7 y 8 meses.
Por ello, se han realizado 3 lanzamientos con destino
al planeta rojo: el 19 de julio partió la sonda Hope Mars, desplegada por los
Emiratos Árabes Unidos, que orbitará al planeta para estudiar su atmósfera,
días después, el 23 de julio, la misión Tianwen-1, misión proyectada por China,
que consiste de una sonda que orbitará al planeta y un rover que se encargará
de buscar vida en el planeta o vestigios de la misma y, finalmente, el 30 del
mismo mes; la misión Perseverance de la NASA, que al igual que el rover chino,
también buscará señales de vida en el planeta, además de llevar consigo dos
micrófonos de alta definición en el espectro audible humano para captar el
sonido por primera vez del ambiente de Marte, además de un dron, y otras
cuantas tecnologías capaces de recolectar información de la composición del
suelo y el planeta en general. Cada vez iremos entendiendo más al planeta
vecino.
Claro está que los gobiernos, y ahora también la
iniciativa privada, han redoblado esfuerzos, sobre todo económicos, para
explorar al planeta rojo, pues desde que el ser humano se dio el tiempo de
observar el firmamento, fijo interés personal en aquel punto rojo y brillante
que engalana su presencia con el resto de los astros en la bóveda nocturna.
Hace mucho tiempo el alunizaje lucía imposible, la
idea de poner un pie sobre aquella inmensa roca que orbitaba la Tierra, a la
cual incluso se le atribuyeron propiedades divinas, se remitía únicamente a los
soñadores. Tiempo después el ser humano lo hizo posible.
Así que, ¿por qué no creer lo mismo con Marte? ¿Por
qué no creer que es posible la colonización del planeta? Vamos, desde décadas
anteriores hemos lanzado alrededor de 50 misiones con destino a Marte, y muchas
más que serán realizadas en los próximos años. Toda pinta bien, pero, sólo en
apariencia, pues Marte es un paraje sumamente hostil, y el camino a él no es
nada sencillo.
Son muchas las dificultades que nos debemos enfrentar
para visitar al planeta, tan solo los trayectos a Marte son ya un tema serio,
pues, normalmente no se suele dimensionar de manera correcta la distancia entre
la Tierra y Marte, que en promedio ronda los 225 millones de kilómetros, y si
eso no parece mucho, recordemos que la Luna se encuentra a una distancia
promedio de 384 mil kilómetros, esto para que nos hagamos una idea.
Sumado a esto, la efectividad en los amartizajes y
puestas en órbita no es muy prometedora que digamos, pues prácticamente la
mitad de las misiones han fallado, ya sea por cuestiones de comunicación,
radiación y gravedad, lo que me lleva al siguiente punto.
Poco se habla de cómo son las condiciones en Marte,
respecto a si es un planeta habitable, o si existen las condiciones para
medianamente habitarlo. Lamentablemente hay que saber que Marte es un destino nada
amigable con el ser humano y la vida como la conocemos.
Marte carece de un campo magnético lo suficientemente
fuerte como para evitar la entrada de radiación solar, además de una atmósfera
muy delgada y una composición abundante de dióxido de carbono, lo que nos
obligaría a utilizar todo el tiempo trajes especiales que nos brinden
condiciones similares a las de la Tierra y nos protejan de estos inconvenientes,
además, al haber una presión atmosférica muy baja, fenómenos como la ebullición
sería un gran problema, pues sabemos que a nivel del mar el agua hierve a 100
grados centígrados, y en la cima del Monte Everest a 72 grados centígrados,
producto de la disminución en la presión atmosférica. En Marte, el agua se
evapora a 20 grados centígrados, por lo que todos los líquidos de nuestro
organismo perecerían, digamos que nos “herviría” la sangre y todo dentro de
nosotros se evaporaría. Eso sí que asusta.
Otros factores como la temperatura, que, si bien en el
ecuador y en pleno verano ronda los 20 grados centígrados, el promedio en el
planeta se sitúa en los 78.5 grados bajo cero, también, la creación de viveros
y huertos que soporten las condiciones de clima, así como la gravedad, que es
un tercio de la Tierra, o la ausencia de agua líquida e innumerables factores
que distan mucho de ser compatibles con nuestras necesidades.
En fin, son muchas las razones que ponen a Marte como
un destino casi suicida como para que el ser humano considere hacerlo su hogar,
y sí, falta mucho para que eso se considere una posibilidad real, por el
momento nos limitamos a explorar al planeta y desentrañar sus verdades.
Para cuestionarlo, debemos comprender el por qué se
tiene la idea de algún día colonizar Marte, ¿es acaso que la Tierra ya no es un
buen lugar para vivir? ¿O es únicamente la necesidad intrínseca del ser humano
de expandir sus horizontes, ávidos de conocimiento remontándonos al sentido
nómada que hasta cierto punto nos caracteriza?
Cierto es que hoy en día el único hogar que tenemos es
la Tierra, y al paso que vamos, agotaremos los recursos naturales antes de
instalarnos en el planeta rojo. Antes de pensar en mudarnos de hogar, debemos
aprender a cuidar el que ya tenemos, de no ser así, esa misma conducta que nos
distingue, en la cual le faltamos el respeto a nuestro propio planeta, se verá
también reflejada en Marte, planeta que no nos pertenece.
¿Qué sentido tendría adueñarnos de otro planeta si no
modificamos nuestra esencia que tanto mal nos hace y nos obligaría a buscar
otro lugar donde vivir?
En los próximos 15 años se espera poner un pie en la
superficie marciana, proyectos como Starship de SpaceX, o programas que
plantean la NASA, ESA, CNSA o incluso países como India o Japón, ya trabajan
enfocados en visitar al planeta y aparentemente son la esperanza que tenemos de
lograr adentrarnos de lleno.
El día que emprendamos la extensión de nuestra
frontera planetaria espero, vehemente, que hayamos acumulado la experiencia
suficiente para no cometer el error incurrido en la Tierra, producto de nuestra
ambición y nula saciedad con los recursos.
Es válido soñar, el hecho de visitar Marte,
colonizarlo y terraformarlo representan solo un ápice de la que creo es la
misión a futuro más importante que tendrá el ser humano en su historia: lograr
el viaje interestelar.
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