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El cielo me pertenece

El pasado sábado 30 de mayo, la empresa estadounidense de transporte aeroespacial SpaceX, que pertenece al magnate sudafricano Elon Musk, realizó con éxito su primera misión tripulada a la Estación Espacial Internacional, un acontecimiento que tuvo a millones de personas en el mundo expectantes, con un sentimiento dubitativo, pero en cierto modo conmovidos por lo que sus ojos veían. 

¿A qué se debe esta particular emoción? Pues yendo más allá de lo destacable y meritorio que representa poner a un ser humano en órbita, lo que dota de una interesante peculiaridad a dicha hazaña es que, por primera vez, un despegue con miras al espacio es realizado por la iniciativa privada, desistiendo así de las instituciones gubernamentales como la NASA, la Agencia Espacial Europea, la Agencia Espacial Federal Rusa, y demás dependencias de China, Japón, India y Canadá, por mencionar sólo algunas. 

En apariencia, esto representa el inicio de una nueva era, parece que SpaceX ha dado un paso significativo en la carrera espacial y da indicios de que los viajes al espacio, la Luna y Marte son posibles y están más cerca de realizarse de lo que creemos. 

Y realmente así ha sido, Elon Musk y SpaceX han pujado en la carrera espacial desde hace 18 años, desarrollando nuevas tecnologías y construyendo nuevas generaciones de satélites, vehículos de lanzamiento y cápsulas. Se muestran como la nueva generación. 
Imagen obtenida de https://www.spacex.com/

Recientemente SpaceX puso en marcha el proyecto Starlink, que consiste en desplegar un total de 12 mil satélites en la órbita baja de la Tierra a lo largo de la primera mitad de la década de 2020. Esta constelación de satélites tiene el objetivo de brindar internet de banda ancha con una cobertura mundial y de bajo costo, llegando a sitios en el mundo donde, por su posición geográfica, el acceso a internet se veía limitado o es prácticamente imposible. 

Esto para muchísimas personas es concebido como algo genial, pues Starlink terminaría gradualmente con la utilización de enormes antenas y kilométricos cables repartidos a lo largo y ancho del mundo, y que su uso representa un gasto enorme en logística y mantenimiento e impactan de manera negativa en la conservación de ecosistemas. 

Son ya más de 400 satélites desplegados hasta el mes de mayo, generando descontento en la comunidad astronómica en el mundo, pues argumentan que la gran cantidad de satélites puestos en órbita obstaculizan la visibilidad de la bóveda celeste, factor que trunca el correcto proceso de sus investigaciones que no sólo se limitan a observar, sino comprender el cosmos y desentrañar sus “secretos”. Sumado a ello, no sólo afectan el espectro de la luz visible, sino que interfieren en la recepción de radiofrecuencias y la radiación cósmica de fondo. 

Antes de que diera inicio el proyecto, en la órbita baja ya existían 200 satélites que podían molestar a las contemplaciones astronómicas, ahora imaginemos 12 mil más. A inicios del año 2019, de acuerdo con el Índice de Objetos Lanzados al Espacio Exterior, elaborado por la Oficina de Naciones Unidas para Asuntos del Espacio Exterior (en inglés, UNOOSA) en la Tierra orbitaban un total de 4,921 satélites. Y la cuenta sigue en aumento. ¿Con qué derecho se apropian de la órbita y la declaran suya? 

Y podrá parecer ridículo que un satélite de un par de metros pueda complicar la contemplación del firmamento siendo este tan vasto, ya que, a simple vista, para el ojo humano las constelaciones de satélites Starlink lucen como una columna de pequeños puntos brillantes que incluso podrían pasar por un cúmulo de estrellas más para alguien despistado. Pero para los observatorios con grandes telescopios en su haber, o simplemente quien por gusto compra un telescopio doméstico y sale a su balcón a observar la Luna será distinto. 

Imagen obtenida de ComputerHoy 

Cuando un observatorio astronómico quiere utilizar sus grandes telescopios, acude a la NASA, la empresa Iridium, Agencia Espacial Europea o cualquier organización que controle el flujo satelital, para conocer en qué momento, desde su posición geográfica, el cielo estaría lo más “limpio” posible de satélites, con el objetivo evitar interferencias en sus observaciones. 

Elon Musk y SpaceX se han pronunciado al respecto, afirmando que sus satélites podrían configurarse para modificar momentáneamente su órbita y liberar espacio cuando así se solicitara, además de anunciar que los satélites que sean colocados en los próximos meses, contarían ya con un recubrimiento que los opacaría y disminuiría así su brillo, pero no del todo. Y aunque no dejó del todo contentos a los astrónomos, el malestar se calmó un poco. Habrá que ver si el señor Musk se toma el tiempo para atender las peticiones de toda la comunidad astronómica amateur y aficionados. 

SpaceX dio el primer paso, pero ¿qué pasará cuando las demás empresas como Virgin Galactic, Blue Origin, New Spaces y similares logren también consagrarse en la industria? ¿El cielo es suficiente para la iniciativa privada y la que en un futuro surgirá? 

La era de los vuelos espaciales comerciales ha comenzado, se ha demostrado que esta industria puede ser un negocio redituable a futuro, y de paso, las agencias espaciales de carácter gubernamental tendrán que ceder terreno. 

Observar el cielo nocturno es algo que ha significado un buen ejercicio para el ser humano a lo largo de su historia, es la ventana a la reflexión y cavilación, a donde muchos hemos acudido a “escapar” por un momento de la cotidianidad y nos adentramos en lo profundo del éter, además de por supuesto ser esencial para la navegación, cartografía, y sobre todo, entender las leyes del universo. 

En lo personal, siento como si me fuese arrebatado un componente esencial de la vida, el cielo; y es que llegará un momento en que el cielo se verá completamente cubierto de satélites. El cielo nos pertenece a todos y a la vez a nadie, todos lo tenemos ahí, pero solo unos cuantos han podido acceder a él y ya han comenzado a hacer uso de su espacio… de nuestro espacio. Nosotros y las próximas generaciones aprenderemos a convivir con un cielo nocturno diferente, producto de enriquecer la necesidad de comunicarnos desde la latitud que nos encontremos. Los satélites se consagrarán como huéspedes habituales del cielo y habremos extendido así aún más nuestras fronteras. 

Sí, Starlink ofrecerá cobertura de internet hasta en el lugar más recóndito del planeta, iniciativa a la que, en un futuro, seguramente muchas empresas más se sumarán. Sólo debemos considerar el sacrificio que ello representa hacer: desvirtuar el cielo. 
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Llorente, A. (31 de noviembre de 2018). ¿Cuántos satélites hay orbitando la Tierra y cómo es posible que no choquen?. BBC. Recuperado el 02 de junio de 2020 de https://www.bbc.com/mundo/noticias-46408633#:~:text=Seg%C3%BAn%20el%20%C3%8Dndice%20de%20Objetos,sat%C3%A9lites%20orbitando%20en%20la%20actualidad
Alcolea, A. (02 de marzo de 2020). Elon Musk afirma que el proyecto Starlink va muy bien, pero los astrónomos no están entusiasmados. Computer Hoy. Recuperado el 02 de junio de 2020 de https://computerhoy.com/noticias/tecnologia/elon-musk-afirma-proyecto-starlink-va-muy-bien-pero-astronomos-no-estan-entusiasmados-592063?fbclid=IwAR3rOduMspF71Wv-flLKQymivhr6l7OMFP18vdUWLlHJIzhFXM1wWG4gXjw
Álvarez, R. (23 de abril de 2020). Elon Musk ya tiene 422 satélites StarLink en órbita y afirma que la beta pública de su internet satelital arrancará en seis meses. Xataka. Recuperado el 02 de junio de 2020 de https://www.xataka.com.mx/espacio/elon-musk-tiene-422-satelites-starlink-orbita-afirma-que-beta-publica-su-internet-satelital-arrancara-seis-meses

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