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Violencia vs violencia


Da miedo venir aquí en medio de la pandemia, ¿pero cómo no hacerlo?
Anita Murray, participante de las protestas en Minneapolis (2020).

Cronología del caso

El pasado 25 de mayo, en la ciudad de Minneapolis, Minnesota, en los Estados Unidos, presenciamos uno de los casos de abuso policial y crimen de odio más crudos y severos de los últimos años.

Denunciado por presuntamente pagar con un billete falso de 20 dólares, George Floyd, estadounidense afroamericano de 46 años fue sometido brutalmente por un policía llamado Derek Chauvin con la absoluta complicidad de su compañero Tou Thao y de otros dos oficiales de nombre Thomas Lane y Alexander Kueng, derivando en la muerte del detenido.

Pocas veces hemos presenciado evidencia tan contundente de un caso de abuso policial como en el caso de George Floyd. Si bien, en muchos casos ésta existe, suele ser tergiversada en favor de los victimarios alegando que el uso extremo de la fuerza fue en defensa propia, sobre todo cuando los casos en cuestión cobran el precio más alto. Sin embargo, la evidencia del caso George Floyd no permite a sus perpetradores apelar al recurrente discurso de la ambigüedad y de la interpretación de la misma, recurso que ha exonerado a incontables oficiales a lo largo de los años y les ha permitido salir avante con sus crímenes.

En este caso, videos de transeúntes y CCTV de tiendas cercanas demuestran que George Floyd no opuso resistencia en ningún momento, como alegaron los oficiales. Sin embargo, sí es posible apreciar la brutalidad de Derek Chauvin, quien aplicó fuerza con su rodilla sobre el cuello de la víctima durante 8 minutos hasta que perdió la vida; sin importar que estaba esposado e inmóvil y no representaba una amenaza para nadie, que por lo menos 11 veces manifestó que no podía respirar y que una multitud incrédula y enfurecida documentaba el hecho en sus teléfonos celulares al mismo tiempo que exigían a los uniformados que le permitieran respirar.

De acuerdo con expertos en el uso de la fuerza como Seth Stoughton, ex policía y autor del libro “Evaluando los usos de la fuerza de la policía” el oficial Derek Chauvin “está aplicando mal algo que le fue enseñado o está haciendo algo que nunca le enseñaron”, pues de acuerdo con Stoughton, la técnica correcta autorizada por los manuales de entrenamiento de la policía, consiste en aplicar la rodilla en el hombro del sospechoso, no sobre su cuello, y debe usarse por un breve periodo de tiempo únicamente hasta que el presunto culpable esté esposado. En este caso, ninguna de las dos condiciones se cumplió

La incredulidad, la angustia, la indignación y el horror que provocó el video de la muerte de George Floyd desató una oleada de protestas a lo largo y ancho de Estados Unidos, con particular fuerza en el lugar del suceso, Minneapolis. Al grito de la recién adoptada consigna de “I can’t breathe” (no puedo respirar)últimas palabras de George Floyd— cientos de manifestantes incendiaron distintos establecimientos alrededor de la ciudad, incluida una subestación de policía exigiendo que se procesara a Derek Chauvin por homicidio deliberado, pues de manera sorpresiva para algunos —y no tan sorpresiva para otros—, en primera instancia los oficiales implicados únicamente habían sido suspendidos de sus labores. Conforme las manifestaciones adquirieron fuerza y adeptos de manera exponencial, las medidas coercitivas arrancadas a golpes a la policía de Minnesota incrementaron.

Después del primer día, los oficiales fueron despedidos; y el viernes 29 de mayo, después de 4 días de la muerte de George Floyd, Derek Chauvin fue arrestado y acusado de homicidio involuntario. Si bien el panorama se mantiene incierto, podríamos anticipar que la presión social ejercida sobre las autoridades policiacas no se detendrá hasta que los cargos sean modificados y se sustituya homicidio involuntario por homicidio doloso, pues es lo que la familia de George Floyd solicita públicamente y, de acuerdo con la evidencia, lo que realmente sucedió.

Reacciones opuestas

Parte de las lecciones que nos ha dejado este suceso, ha sido entender la profundidad del arraigo racista en las instituciones de los Estados Unidos. Posturas que antes debían mantenerse ocultas o reservadas, hoy proliferan y tienen respaldo institucional del más alto orden, la presidencia; y han llegado a tales extremos donde las ejecuciones públicas están a la orden del día y, en su mayoría, no son castigadas.

Hoy, los crímenes de odio son legales, y están respaldados institucionalmente.

Dentro de la conmoción generalizada, uno encuentra posturas opuestas sobre lo sucedido y sobre cómo debe manejarse la situación. Existe un sector de la población que, a pesar de la cuarentena, desde el primer día salió a las calles a protestar lo sucedido y exigir justicia para George Floyd además de un castigo ejemplar para los oficiales implicados. Por supuesto la mayoría de los protestantes son afroamericanos, minoría histórica y sistemáticamente violentada en los Estados Unidos, empero también se sumaron otras minorías y mayorías incluso.

Figura 1. Cortez, J. (2020). Un manifestante carga una bandera de Estados Unidos frente a una licorería en llamas en Minneapolis. AP.

El suceso es un recordatorio de que esto no es un caso aislado, pues es interminable la lista de personas afroamericanas que han perecido en sucesos como estos. La situación no mejorará ni se erradicará al excluir a Derek Chauvin y compañía de la policía, pues son hechos que se reproducen constantemente.

Por otro lado, existe también un sector de la población que está buscando por todos los medios justificar lo sucedido, alegando inocencia de los oficiales implicados y responsabilizando a George Floyd de su propia muerte. Inclusive, dentro de las redes sociales proliferan recreaciones de la escena, supuestamente demostrando que no es posible morir de la manera en la que George Floyd murió, por lo que su muerte tuvo que ser —argumentan—, por otro causal. 

Es este mismo sector el que cuestiona a los manifestantes los medios utilizados (la violencia) para llegar al fin común (justicia para George Floyd, entre muchos otros). Este sector al igual que muchas personas a lo largo y ancho del planeta, tiene arraigada profundamente la idea de que violencia + violencia = violencia incrementada invariablemente, cuando no siempre es así.

Respecto a esta falacia latente del espiral interminable de violencia en el imaginario colectivo, Adolfo Sánchez Vázquez explica que ésta pretende descalificar toda forma de violencia política, cuando en realidad la que se descalifica es una forma específica: la insurgente o revolucionaria.

De acuerdo con Sánchez Vázquez, es cierto que toda violencia es indeseable y condenable, pues es intrínsecamente perversa al ser el instrumento para ejercer la voluntad de uno(s) sobre otro(s). Sin embargo, ésta misma, dentro de su carácter instrumental —el medio—, puede ser utilizada para reafirmar su perversidad o contribuir a limitarla o trascenderla —el fin—. Para Sánchez Vázquez, la violencia se justifica política y moralmente cuando se cierran las vías no violentas, o cuando la renuncia a ella traería consigo una violencia mayor.

Es aquí cuando pregunto yo: ¿no es la tesis de Sánchez Vázquez lo que demostró empíricamente el caso de George Floyd? Recordemos que fue únicamente a través de la manifestación y exigencia de la población (violencia política) que el crimen comienza a ser castigado, además de que sólo así se doblegó a las instituciones encargadas del caso. Como se mencionó arriba, no fue sino hasta las protestas sociales que los perpetradores fueron realmente castigados. El gobierno de Minneapolis tuvo que ceder ante una turba enfurecida, y tendrá que doblar cada vez más las manos hasta los disturbios cesen.

Asimismo, pregunto de nuevo: ¿no se trató por la vía pacífica? ¿No suplicó George Floyd por piedad una docena de veces, implorando que no lo mataran? No funcionó el discurso pacífico y las alternativas, junto con la paciencia, se terminaron.

La violencia política ejercida por los manifestantes está siendo utilizada con el fin de detener la violencia sistemática, generalizada y arbitraria en contra de los grupos minoritarios; está siendo utilizada para cesar otra violencia, cuyo propósito es la supremacía racial y el control de las minorías.

George Floyd no volverá, ni lo harán las demás personas acaecidas a manos de un sistema abiertamente racista, pero la pasión y el sentido de colectividad que desencadenaron su muerte y la de otros más trajeron consigo una herramienta que está siendo utilizada para garantizar que el terrible suceso no se repita nunca más y, si bien es un largo camino por recorrer, por lo menos ha garantizado que Derek Chauvin y compañía no vuelvan a tener complacencia pacífica en sus crímenes de odio.

Vale la pena reflexionar largo y tendido sobre la violencia como medio para alcanzar un fin, y sobretodo, qué fin tienen los tipos de violencia que observamos. Retomando a Sánchez Vázquez, él menciona que la no violencia en las relaciones humanas no puede alcanzarse únicamente por una vía no violenta, pues hay que tener en cuenta que los antagonismos sociales interfieren negativamente con este discurso.

Hay que tomar partido: opresión o liberación.

Bibliografía:

Lyden, T. (2020). Use of force experts: George Floyd video “like a checklist of things done incorrectly”. Fox 9 KMSP. Recuperado de: www.fox9.com/news/use-of-force-experts-george-floyd-video-like-a-checklist-of-things-done-incorrectly Consultado por última vez el 28 de mayo a las 21:00.

Sánchez, A. (2007). La violencia política y la moral. Ética y política (pp. 40-53). Ciudad de México. Fondo de Cultura Económica.

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