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Antropoceno

Hace aproximadamente 4,600 millones de años se formó la Tierra, producto de innumerables colisiones de partículas y asteroides que deambulaban a merced de la gravedad del astro rey y que con el paso de millones de años se fueron incorporando a la creciente roca tal y como si de imanes se tratara. Ocurrido esto, la Tierra en un principio lucía más como un infierno que el aparente paraíso que ha mostrado ser, derivado de la incesante inyección de energía por el choque de rocas y fragmentos atraídos por el planeta creciente.

Desde su creación y a lo largo de su historia, la Tierra ha sufrido de distintas escalas temporales geológicas, desde su etapa más primitiva hasta la que corresponde a nuestros días. Todas y cada una de ellas han tenido algún impacto significativo en la Tierra, impacto que fue dictado, entre muchos otros factores, por la temperatura, ecosistemas, actividad geológica y componentes en la atmósfera, otorgando así un distintivo específico a cada etapa.

Inmediatamente se vienen a la mente los períodos Jurásico, Cretácico y Carbonífero, períodos que Hollywood y la “cultura pop” se han encargado de popularizar por la utilización y representación de los fascinantes dinosaurios y la atmósfera que los rodeaba. Asimismo, la mayoría de nosotros, si no es que todos, hemos vivido con una conclusión en mente que apunta a que la extinción masiva de los dinosaurios ocurrió a raíz del impacto de un asteroide.

Sumado a ello, debemos saber que las anteriores extinciones masivas fueron causadas por etapas de gran actividad volcánica, colmando así, en cualquier escenario, el cielo de distintos gases y restos que oscurecieron el firmamento, provocando un aumento en la temperatura y una ausencia de luz proveniente del sol, impidiendo así la fotosíntesis y desarticulando un sinfín de cadenas alimenticias.

Es evidente que ninguna de estas extinciones masivas fue provocada por la actividad que tuvo algún organismo en su ecosistema, la naturaleza pareció mostrar siempre ese equilibrio entre los recursos que todo ser vivo necesitaba y terminaba su ciclo siempre por alguna externalidad.

Fue hace 65 millones de años que dicho impacto terminó con el Cretácico-Terciario y el planeta Tierra no ha sufrido de una eventualidad de semejante magnitud desde entonces. Pero una especie llegaría a poner en entredicho este proceso cronológico casi cataclísmico; el ser humano.
                                                                            Imagen obtenida de GLR Services 

El Homo Sapiens irrumpió hace aproximadamente 200 mil años, surgiendo como una nueva especie de homínidos, en el que es hoy el continente africano y, que a diferencia de sus “primos” del género Homo, el Neandertal (Homo neanderthalensis) y el Hombre de las Flores (Homo Floresiensis) supo sortear las adversidades de un planeta en el que un ser vivo como el ser humano lucía endeble en demasía.

Es quizá a partir de los últimos 50 mil años en que se descubrieron evidencias importantes que indican el uso de herramientas y conductas que dictaban que el ser humano era consciente de su entorno y cuestionaba, por momentos, su existencia.

Años después de que terminara la última glaciación, aproximadamente en el año 10,000 a.C., el ser humano comenzó a moldear su entorno según sus necesidades, la agricultura habría significado el siguiente escalón en la evolución del comportamiento del ser humano y a estas alturas, la caza ya no era la única opción que tenía el ser humano para alimentarse; mejor comenzó a domesticar animales, la creación de fuego a voluntad y la manipulación del agua para sistemas de riego y demás usos como el aseo, entre otros.

Es sin duda la prueba inequívoca que muestra que el ser humano había llegado para quedarse, a reserva de que el mismo ser humano lo impidiera.

Este periodo es conocido como Holoceno. Es aquí cuando el ser humano busca expandir sus horizontes iniciando su travesía al resto de los continentes y surgen civilizaciones en distintas regiones.

Ya en el año 2000, el premio Nobel de Química Paul Crutzen acuña el término “Antropoceno” (del griego ἄνθρωπος anthropos, 'ser humano', y καινός kainos, 'nuevo') en el boletín del Programa Internacional Geósfera-Biósfera (IGBP, por sus siglas en inglés), refiriéndose a este como el periodo de la era humana que surge con la Revolución Industrial a finales del siglo XVlll. Lo que distingue a este periodo del Holoceno, es que el impacto de la actividad humana en el Antropoceno ha sido realmente significativo, la industria, el uso de combustibles fósiles, la apropiación del espacio aéreo, la modificación del cauce del agua, el uso de aerosoles, la creación del plástico y un sinfín de actividades que merman de manera importante la armonía de un nicho ecológico en cualquier escala, así como los procesos geológicos y geográficos.

Hoy en día, la comunidad internacional de geólogos conoce a este periodo como la “Edad de los Humanos”, y convencidos están de que el impacto que el ser humano ha tenido en la Tierra no tiene precedentes; ningún ser vivo había marcado tan fuertemente su huella como hasta la fecha lo hace el ser humano, y si algo está claro, es que mucho del impacto generado es irreversible. La actividad humana se ha visto comprometida a explotar y utilizar los recursos que el planeta brinda, sobra decir que los recursos son cuantiosos. Pero aquí es donde muchos entramos en duda, ¿por qué si existe una vasta cantidad de recursos, las personas mueren de hambre? ¿Por qué desaparecen incontables especies de seres vivos si el planeta siempre ha sido lo suficientemente grande para quien lo habita?

Estoy convencido que el error que ha cometido el ser humano a lo largo de su historia es creer que el universo gira en torno a él, anteponiendo sus necesidades a las de los seres vivos que cohabitan el planeta.

Y es este antropocentrismo el que ha dictado lo que parece ser el fin de otra era, otra extinción masiva que, a diferencia de una eventualidad ajena a cualquier ser vivo en la Tierra, es provocada por la especie humana que aceleró dicho proceso. Pareciera que el conocimiento acumulado a lo largo de la historia humana es desplazado para atender las necesidades individuales.

Y aunque aún no alcanzamos el auge de dicho periodo, los estragos ya comienzan a ser evidentes: los casquetes polares disminuyen año con año su tamaño, los desiertos crecen aceleradamente, los millones de especies en el planeta viven bajo el yugo de la actividad humana y están a merced del árbol que mañana será talado, del ecosistema que mañana será destruido o del desecho que será vertido en el océano o río más cercano. Es un escenario catastrófico donde los únicos responsables somos nosotros, sin más.
                                                                        Imagen obtenida de hipwallpaper.com 

Claro está que la ambición del ser humano es el pecado que jamás hemos podido controlar. La enajenación y antropocentrismo nos han guiado a un futuro incierto, pero de aspecto sumamente desolador y las próximas generaciones enfrentarán un panorama aún peor lamentando el no saber por qué sus antecesores no pensaron en el futuro haciendo de los recursos lo que quisieron: un despilfarro.

200 mil años lleva el ser humano en la Tierra, esto representa únicamente el 0,004% del tiempo que lleva existiendo el planeta, y es una cantidad raquítica de tiempo si lo comparamos con el promedio que han vivido las demás especies a lo largo de la historia. Todo indica que, de continuar con este ritmo, nuestro paso por la Tierra habrá sido efímero, y habremos desaprovechado un potencial sin precedentes.

Es ya una carrera contrarreloj, no parece haber indicios de una alternativa para la especie humana, y la vida en general, de salvarse de dicho desenlace, no tenemos aún la tecnología suficiente para realizar el tan anhelado viaje interestelar que nos lleve a ese planeta con características similares a la Tierra que de vez en cuando un noticiero o revista anuncia con bombo y platillo su descubrimiento. Mientras no ocurra un milagro, la Tierra es nuestro único hogar, y de millones de especies más, así que nunca es tarde para entender que de nosotros depende alargar cuanto más sea posible nuestra estadía y de la vida en general en este lugar.

Debe continuar la búsqueda de energías renovables que sean asequibles para todos, extender la concientización de la problemática que significa el cambio climático y la importancia de mitigarlo, y sobre todo, entender de una vez por todas que es el modo de producción capitalista el principal responsable de exprimir de una forma tan mezquina todo recurso natural que le sea posible, y que dicho ejercicio no realiza acciones con miras en el futuro, sino que busca el beneficio inmediato a costa de la extinción.

El Antropoceno concluirá en alguno de los siguientes panoramas, o se consagra como el periodo en que una especie logró saquear con ahínco lo que representaba su único hogar y de paso el de millones de especies más, al grado de imposibilitar la vida en la Tierra, o se consagrará como el periodo en que una especie supo coexistir con el resto de especies a costa de sus necesidades.

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Redacción National Geographic, . (05 de septiembre de 2010). La extinción de los dinosaurios. National Geographic. Recuperado el 26 de mayo de 2020 de National Geographic


Trischler, H. (2017). El Antropoceno, ¿un concepto geológico o cultural, o ambos?. En . (Ed), . Recuperado el 26 de mayo de 2020 de Scielo.org


Zalasiewicz, J. (2019). Working Group on the ‘Anthropocene’. Subcommission on Quaternary Stratigraphy, , (). . Recuperado el 26 de mayo de 2020 de Guaternary

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