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Crisis de… ¿empatía?


“La capacidad de colocarse en el lugar del otro es una de las funciones más importantes de la inteligencia, demuestra el grado de madurez del ser humano.” 
-Augusto Cury 

La actual pandemia nos ha dado lecciones en diversos aspectos, de economía, política, salud, incluso de materias primas (hablando del “oro negro”); pero al parecer las lecciones que no se terminan de permear son las de empatía y consciencia social. Teniendo encima un mar de emociones donde las negativas superan las positivas, se coronan la incertidumbre y la saturación de noticias por parte de los medios de comunicación y redes sociales. 

En el ámbito global todos los ojos están puestos sobre la posible crisis económica que se avecina, la cual, nos hará enfrentar el aumento de tasas de desempleo que no se había visto desde hace años; a pesar de esto, no se debe olvidar ningún rubro dentro de la economía. Es por ello, que el día de hoy hablaremos de uno de los más importantes dentro de la reproducción social: los trabajadores del hogar. 

El trabajo doméstico por definición incluye todas las actividades relacionadas con el cuidado del hogar y el espacio donde se habita, tales como lavar, planchar, cocinar, asear y también se incluye el cuidado de personas ya sean adultas, niños, niñas, adolescentes, personas con discapacidad y personas enfermas1

Tanto en América Latina como en otras regiones, los estudios sobre el trabajo doméstico2, estudiosos y militantes han luchado conjuntamente para lograr la regulación de esta ocupación, insistiendo en que la exclusión sistemática de la regulación de este sector ha contribuido y contribuye a la vulnerabilidad y marginalización persistente de los trabajadores domésticos, tanto en el pasado como en el mundo contemporáneo. Esto se debe a que no se le ha considerado una contribución a la producción y se ha relacionado de forma directa con una concepción del “deber” de la mujer dada su (injustificada) “naturaleza” del cuidado; bajo ese argumento se ha dicho que no se debería efectuar un pago a las personas encargadas del cuidado del hogar y cayendo en lo absurdo, no brindar comida ni techo. 

A pesar de que en la actualidad se está deconstruyendo el sentido de pertenencia social, dentro del mercado laboral, en los últimos años se ha notado un cambio de roles a los usualmente establecidos, por ejemplo, en un gran número de familias mexicanas la mujer se desempeña como líder de familia, saliendo al mercado laboral mientras que los hombres permanecen en casa realizando actividades domésticas, trabajando a distancia y ejerciendo un rol distinto al que la sociedad planteaba en un inicio. Dentro de la población económicamente activa en la CDMX más de 273 mil personas se ocupan en trabajo doméstico remunerado; donde el 82.04% son mujeres y 17.95% son hombres. 

Dentro del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) se encuentra la Cuenta Satélite de Trabajo No Remunerado de los Hogares de México (cifras de 2018) donde destaca que el valor del trabajo no remunerado y cuidados alcanzó 5.5 billones de pesos equivalentes al 23.5% del PIB. 

Como podemos entender, el trabajo en el hogar tiene suma importancia dentro de la economía pero también en la economía de quienes lo ejercen. Este sector económico suele ser invisibilizado debido a la discriminación. En junio de 2017 se realizó la segunda Encuesta sobre Discriminación de la Ciudad de México (EDIS) a través de ella se puede percibir este fenómeno, del cual se desprende que dos de cada tres personas de la CDMX (65%) consideran que existe discriminación hacia personas trabajadoras del hogar; y de aquellas pertenecientes a este grupo, el 39.8% considera que se les discrimina en exceso. 

Existen dos categorías de trabajadores del hogar: de planta y de entrada por salida. La diferencia es que al trabajar “de planta” se cuenta con un contrato (respaldado por la iniciativa presentada en 2015 donde se buscó la equidad de este trabajo con cualquier otro) salario fijo, prestaciones y jornada laboral de 8 horas. Por otro lado, trabajar de “entrada por salida” significa ir dos a tres días a la casa donde se realiza el trabajo. 
Foto: Marcha del 8 de marzo en Paraguay, partidarias del Sindicato de Trabajadoras del Servicio Doméstico del Paraguay (SINTRADESPY). 

Siempre han existido familias con la capacidad financiera para solventar que alguien se encargue del trabajo del hogar. A inicios del mes de marzo, el tema de la pandemia por el COVID-19 se comenzó a tocar en México y a partir de entonces ha sido tendencia. A mediados del mismo mes, se exhortó a la población mexicana a permanecer en resguardo voluntario para evitar incrementos exponenciales en los niveles de contagios que conllevarían a la saturación del sistema de salud. 

De acuerdo con estas medidas, la mayoría de las empresas dentro del país decidieron notificar a sus empleados la continuación de actividades desde sus casas. Lo que para muchos fue un alivio, para otros no lo fue. 

Para cierto porcentaje de la población trabajar desde su casa representa convivir en familia, pedir alimentos por internet, disfrutar de sus servicios en streaming y tener el tiempo que antes no tenían para dedicar a la limpieza; determinando así que sería un gasto innecesario el seguir requiriendo ayuda para encargarse de estos servicios. Otro de los escenarios que se presentan en relación con trabajadoras(es) del hogar, es que las familias donde laboran les dieron la “libertad” de regresar a sus casas con la condición de aceptar una remuneración menor de la que tenían establecida. 

Hablando económicamente ambos escenarios afectan directamente a estas personas ya que se muestra nula empatía con respecto a esta situación porque muchas veces ese ingreso es un sustento importante para sus familias. Por lo tanto, se debería exhortar a la población a sensibilizarse y mostrar empatía con todos aquellos que realizan trabajo doméstico para así entender cómo les está afectando esta adaptación a la nueva cotidianeidad. Para que se logre el reconocimiento social e igualitario de las personas que trabajan en el hogar sería adentrarnos en temas controversiales dentro de la reproducción que son: la educación y los principios; al no tenerlos humanizados será difícil modificar los comportamientos tiranos que aún se llevan a cabo en su contra si no comenzamos a reflexionar nuestro comportamiento y ponernos en su lugar, al final del día su trabajo es igual de honrado que del quién los emplea.



Ruth Esther Ruíz Cabañas Barrios. Casi un cuarto de siglo, descendiente del obispo Juan Cruz Ruíz de Cabañas y Crespo, marxista, feminista en deconstrucción con cara de nena buena pero bellaquita y soltera.

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1 Cebollada, M. (2016). El trabajo del hogar: Convenio 189 de la OIT y la legislación en México. CDMX: CONAPRED «  

2 Chaney, Elsa M. & Mary García Castro (eds.) (1988), Muchachas No More: Household Workers in Latin America and the Caribbean, Philadelphia: Temple University Press. «

COPRED. (agosto de 2017). Encuesta sobre Discriminación en la Ciudad de México. México. Recuperado el 08 de mayo de 2020, de: copred.cdmx


Goldsmith, M. (03 de 2016). De sirvientas a trabajadoras. La cara cambiante del servicio doméstico en la Ciudad de México. Obtenido de: Debate Feminista


INEGI. (noviembre 2019). Trabajo no remunerado de los hogares, base 2013. Recuperado el 08 de mayo de 2020, de: INEGI



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