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El doble filo de la eugenesia.

El Darwinismo social ha involucrado un determinismo genético donde las características heredadas definen las capacidades de los individuos y sus aspiraciones donde el más apto, conforme a la pirámide social, triunfará en la competencia, una adecuación de la teoría evolutiva muy sesgada.

Es de esa percepción de donde nace la eugenesia, la cual se refiere etimológicamente a un “buen origen” que, en sus inicios, abogó por la supervivencia y descendencia de los sujetos capaces de sobresalir del resto; ello se definió como eugenesia positiva, la mayor atrocidad en persecución de este (absurdo) objetivo se alcanzó en tiempos de nazismo que representó el punto más inhumano al justificar genocidios por el mejoramiento hacia una “raza superior” donde el estado asumía un rol de dios en políticas de higiene racial.

Su contraparte se conoce como eugenesia negativa enfocada en desincentivar o erradicar la reproducción de los menos aptos, mismo que, históricamente han sido segregados y reprimidos, las prácticas de la eugenesia negativa siguen vigentes, ejemplo de ello es la violencia obstétrica, que en el mejor de los casos recompensa la esterilización, pero llega incluso a violentar derechos básicos al instaurarla por obligatoriedad y realizarla sin consentimiento. Cabe resaltar que, actualmente, la parte negativa no es lo que solía ser.

Existe un trasfondo evidente tanto de racismo como de clasismo al hablar de los pininos de la eugenesia, donde aquellos que deberían limitar su legado son quienes han sucumbido a vicios sociales tales como el alcohol, drogas, criminales, etc. Lo cual aparta de inmediato el encuadre completo de las problemáticas que han orillado a esos vicios.

La eugenesia encontró la forma de reinventarse mientras se progresó en el conocimiento sobre el genoma humano y la manipulación dirigida de este; plantando frente a todo lo que la eugenesia ha significado históricamente y reencarnando en una eugenesia liberal -y negativa- sustentada en el reforzamiento de prevención de enfermedades congénitas, cediendo por completo la potestad a los padres y dejando por fuera al estado y sus medidas coercitivas. Dichos avances también abren el camino hacia la modificación genética de embriones dirigida a un sinfín de intereses cuestionables.

Al desenvolvernos en una sociedad consagrada en el consumismo, se nos ha orillado a identificar el valor de las personas por apariencia física y posesiones; planteando con mayor fuerza el paso hacia una eugenesia voluntaria que es, en esencia, poco accesible ¿acaso es este el paso hacia una segmentación como la describió Aldous Huxley en “Un mundo feliz”? De alfas a epsilones, qué perversa distopía.

Manteniéndonos en la realidad, ¿hacia dónde se puede dirigir este progreso? Una alternativa (que ha sido perseguida desde sus inicios) es el mejoramiento intelectual, ¿para qué gastar horas de entrenamiento musical o lingüístico si la correcta modificación puede facilitar el absorber en menos tiempo determinados conocimientos?, ello lleva a otra posibilidad, en un enfoque físico, crear atletas in vitro capaces de oxigenar y resistir mejor, produciendo físicos que desafían la naturaleza. Otra opción es la optimización de recursos, con una tendencia creciente de la población y una relación inversa en la distribución los recursos seguirán escaseando, pero cuando estos sean definitivamente insuficientes, ¿será posible crear seres que sacien sus necesidades con la mínima cantidad de recursos?

En caso de llegar a tal nivel de limitaciones, el enfoque negativo que busca el tratamiento de enfermedades incrementaría la esperanza de vida sin dar garantía alguna en la calidad.

La eugenesia debe dirigirse en un camino ético, enfocar los avances en terapia germinal y no en el perfeccionamiento y creación de aptitudes por el mejoramiento de los rasgos hereditarios mediante ingeniería genética motivando (y tasando) la desigualdad. Pero cómo negar a los individuos la capacidad de dirigir y dimensionar su propia evolución.


Recuperada de Universia

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