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Quisiera ser campeón del mundo

“Somos un país que siempre está en necesidad de triunfo, de que alguien gane algo aunque no sea yo.” – Luís García1.


Pareciera que las palabras “éxito” y “mexicano” no pueden estar en la misma oración. Nuestra historia siempre ha sido estar por debajo de alguien, basta con saber lo que ocurrió durante la época del Virreinato, donde cualquiera que mostrase rebeldía contra las ideologías de La Corona era brutalmente castigado y regresado a su posición de sumiso.

Desafortunadamente, con el paso de los siglos, ese rol de sumiso se volvió parte de nuestra identidad. Dudamos de nuestras capacidades, nos torturamos al mínimo fracaso y creemos que nunca llegaremos a ser “algo más”. No nos imaginamos ser los que están en la cima de una jerarquía porque no somos de otro país. Devaluamos nuestras virtudes con el mencionar nuestra nacionalidad y no asociamos a México con el éxito social.

Tal es la relación con el complejo de inferioridad que se recurre a la autodenigración -el demeritar que somos mexicanos- como un medio para suavizar nuestras penas; despreciar nuestra autenticidad para perseguir algo que es utópico para nosotros e imitar a la comunidad europea o americana que siempre están en constante éxito social2.

Dicho estatus está sumamente arraigado en la población de clase baja. Si sumamos los factores psicológicos antes mencionados y todavía las pocas oportunidades laborales, económicas y sociales; para alguien de dicha clase, era (y es) imposible poder conseguirse una calidad de vida alta o el simple hecho de sentirse “realizado” de superar esos obstáculos.

Pocos nombres en la historia de México lo han podido lograr, y el ejemplo más importante tiene que ser Benito Juárez. Fuera de la opinión que tengas sobre él, el hecho que alguien de origen indígena llegara a la Presidencia de México, parecía marcar la pauta para que cualquiera pudiese llegar a lo más alto.

Pero, a pesar del innegable impacto que tuvo Juárez en la sociedad mexicana, era muy difícil seguirle los pasos ya que obstáculos como la pigmentocracia (que aún se manifiesta en nuestro días), no permitían llegar a ocupar cargos de poder, por ende, no veían en alguien un estandarte en quien verse reflejado como una motivación.

No obstante, sí han existido estandartes, especialmente en uno de los pocos ámbitos que tienen un profundo arraigo social en nuestra sociedad: el deporte.

Es absurdo que nuestra felicidad y desempeño en las actividades cotidianas dependan de un simple resultado deportivo; pero en él, es donde podemos competir de tú a tú contra las potencias mundiales; en donde el mexicano ve materializado su anhelo de llegar a lo más alto.

Si revisamos la gran lista de atletas nacionales, destacan nombres como Cuauhtémoc Blanco, Mariana Juárez, Fernando Valenzuela, Julio César Chávez e incluso a Rodolfo Guzmán Huerta “El Santo” porque todos ellos tienen algo en común: venían de la clase baja o representaban a quienes pertenecen a ella.

Esa es la clave: Representaban a un grupo de gente.

Estos atletas no fueron como Sergio “Checo” Pérez, que fue apadrinado por Carlos Slim para adentrarse en un deporte tan selecto como la Fórmula 1 o como Lorena Ochoa que desde los 5 años ya participaba en torneo internacionales de golf. Paradójicamete, se les demerita por el simple hecho de que no sacrificaron tanto como el resto, dejando a un lado los numerosos éxitos que ambos cosecharon.

Si prestamos atención, lo que los mexicanos tanto hemos querido es una “victoria”. Una victoria en la que específicamente esa persona que tuvo las mismas dificultades que yo, pudo llegar a lo más alto. Si viene de alguien que tuvo facilidades para conseguirlo, no sería lo mismo. No tendría ese valor.

Para explicar mejor este punto, tomaré a dos grandes atletas de México en un mismo deporte: Cuauhtémoc Blanco y Hugo Sánchez.

Hugo y Cuau son dos de los ejemplos más recientes sobre romper el complejo de inferioridad y de la autodenigración, pero la mayoría de la gente considera más como ídolo a Blanco que a Sánchez.

Hugo se sobrepuso al racismo que sufrió en sus primeros años en España. Allá no estaban acostumbrados que un futbolista del Atlético de Madrid y del Real Madrid fuera de estatura baja y de otro color de piel, Hugo no cumplía el perfil “idóneo” para representar a un equipo que figuraba dentro de una clase social más alta. Le llegaron a gritar “indio” o “sucio” y lo despreciaban únicamente por su aspecto físico.

Si Hugo mantenía el dichoso complejo de inferioridad, regresaba a México y hacía como si nada hubiese pasado, pero no fue así. Tuvo que desprenderse de aquella mentalidad y de la autodenigración para poder continuar en España. Su cambio de actitud le permitió consagrarse como leyenda, y no en cualquier lugar, se consagró dentro del Real Madrid, que no hace falta saber sobre el deporte para entender lo que significa hacerse un nombre dentro de “La Casa Blanca”.

Sin embargo, fue y es repudiado por muchos connacionales, quienes lo llaman “mamón”, “engreído” y “egocéntrico”, reflejando la envidia y el desprecio hacia uno mismo que históricamente se ha marcado. No dimensionan el mérito de lo que logró en Europa por el simple hecho de que no creció en un ambiente de clase baja o que tuvo que desprenderse de sus raíces mexicanas para poder triunfar en un país tan racista como lo era España.

En contraparte, Cuauhtémoc Blanco, quien creció en el barrio de Tepito de la Ciudad de México -considerado como uno de los puntos más peligrosos del país- es idolatrado por la mayoría de la gente. Cuauhtémoc representaba a la clase baja y tenía un papel fundamental dentro de un club como América -que siempre ha sido identificado como un equipo importante en México-, le permitió influenciar a la gente que se identificaba con él , y posteriormente mostrarse en escenarios magno como la Copa del Mundo con la Selección Mexicana.

Para entender el cariño que la gente le tiene, “El Cuau” logró ganar la elección para regir la Alcaldía de Cuernavaca en 2015 con el 74.78% de los votos, y posteriormente también la Gobernatura de Morelos en 2018 ocupando el 52.4% de los votos para convertirse en el primer exfutbolista en ser Gobernador de algún estado. Declaraciones como: “yo vengo desde abajo como ustedes”3 y “me he roto la madre 22 años para mantener a mi familia”4 sirvieron para que la gente olvidara por completo que Cuauhtémoc no tiene estudios que lo afiancen para gobernar y confiaron totalmente en él para tomar las riendas de su economía, de su salud y de su seguridad.

Con esto quiero dar a entender que la población está urgida de la dichosa “victoria”, que nos haga sentir que estamos cerca del éxito social. Que el deporte, sin querer, se ha vuelto sumamente influyente en nuestro país, sobre todo para la clase baja que se siente abandonada por la sociedad, pueda adoptar los resultados y creer en sus capacidades; que si alguien como uno está en lo más alto, también estamos todos allí; y así podremos crecer, por lo menos mentalmente.

Parece ser que esa “victoria” tiene que suceder en algún evento que sea de profundo arraigo social, y eso lo puede conseguir el deporte.

Foto y edición por Axel González (Instagram)


De Axel González.

Desde Iztapalapa para el mundo.
Intento ser como Donald Glover.
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1 ESPN (2018) “Jose Ramón Fernández entrevista a Luís García” Recuperado desde:Canal de YouTube de ESPN Deportes «

2 Zabludovsky, G (1991). “Samuel Ramos y su visión sobre lo mexicano” Recuperado desde:Revistas UNAM «

3 García, G (3 de julio de 2018) “Morena capitaliza la popularidad de Cuauhtémoc Blanco” Recuperado desde:Expansión «

4 La Jornada (9 de junio de 2015) “Cuauhtémoc Blanco da la sorpresa en Cuernavaca; se impone a PRI y PRD” Recuperado desde:La Jornada «

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