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Vuelen golondrinos, viene el invierno.

Bonos, acciones, obligaciones y un sinfín de sinónimos, ya sean de gobierno o privados, todos creadores de oportunidades para la inversión, inversión que compensa su poco nivel de productividad en el nivel de lucro generado para los tenedores quienes (en el caso mexicano) no suelen ser nacionales. Inversión extranjera de cartera —también llamada de portafolio— que ha sido potenciada a partir de la década de los noventa con la definitiva e incontrolada apertura de la economía, incapaz de absorber y colocar esos grandes flujos de capitales, pero con un sistema financiero listo para ponerse con Sansón a las patadas.

Entender la Inversión Extranjera de Cartera (IEC de ahora en adelante) empieza en tratar de comprender su naturaleza: capitales sin patria, sedientos de rendimientos e impacientes, viven con urgencia sin conocer otro plazo más allá del corto, pero eso sí, con principios claros; si no se puede comerciar fácil, no le interesa; si no es flexible el bono, mejor deséchalo; si no es ágil ante el cambio, a nadie le sirve. La IEC se divide entre aquella dirigida al mercado bursátil (accionario) y la destinada al mercado de dinero (renta fija) pero siempre concentrado en hallar el mejor rendimiento de acuerdo con el riesgo asociado, siendo el factor común de inversión, los mercados emergentes.

Poniéndonos quiméricos, este desenfrenado movimiento de capitales evitaría la sobreacumulación en el país, lo cual, generaría movimientos bruscos en tasas de interés internas. Mejor matamos dos pájaros de un tiro, salvamos la balanza del mundo desarrollado y llevamos estímulos al subdesarrollo, se disfraza de cordero al lobo, se pretende la eventual igualación de las tasas de interés, seguro que Tomás Moro gustosamente incluía esto en Utopía1.

A modo de medicina mágica, se pretende que la apertura desregulada de las barreras comerciales logre lo que el ahorro interno ha sido incapaz, no es cuestión de la opinión presentada decidir si lo ha logrado o no, lo que permanece innegable es la conveniencia por la que han permanecido, ya que, contrario a la inversión productiva; de un día al otro, pueden empacar y buscar un mejor nido.

El dilema nace cuando las opciones para financiarse son; adquirir deuda o desregular la entrada de capitales, comprometer el consumo de mañana parece inútil cuando la alternativa es llevar tu tasa de interés a un nivel más atractivo. Ojo porque todo por servir se acaba, si no me creen a mí, basta con darle seguimiento al incremento de riesgo que representa invertir en el país, reflejándose en la caída de la calificación soberana asignada por S&P, HR y anexas, estando al borde de catalogarse como “basura”. Por el lado de los privados, tenemos el ejemplo de los bonos de PEMEX, industria que sigue siendo referente en el crecimiento nacional, esta se ha catalogado como un “ángel caído” por su flexibilidad limitada para navegar en la recesión en la industria del petróleo y del gas dada su carga fiscal elevada, apalancamiento alto, aumento en costos de extracción por barril y necesidades altas de inversión para mantener la producción y reponer las reservas2. Si no es el petróleo, ¿qué vamos a usar de imán para atraer recursos? si es de forma directa o de cartera, en este punto, ya es irrelevante.

Llenando de miedo a los fondos de inversión, en marzo, se estimó una salida por hasta 4,600 millones de dólares3 dejando en evidencia el enorme alcance que tienen los reajustes de las calificadoras, que parecen hechos a ciegas, sin considerar la coyuntura bajo el escudo de la objetividad. Resulta evidente que la ortodoxia no nos va a salvar de lo que se avecina, el aire de ese bote salvavidas se ha escapado hace años, parece ser que los trucos se han agotado a pesar de los discursos que aseguran, la industria aún puede atraer inversión y acompañada del T-MEC, las preocupaciones sobran.

Llegó el momento de virar el curso de las reformas hacia aquellos que han omitido sus obligaciones, hacia los capitales que han encontrado una cuna maravillosa en el país y que han sabido migrar en el momento adecuado, es imperioso ser cautelosos si se recurrirá a viejos remedios como la deuda o la inversión por los movimientos que conlleva en las reservas, en las tasas de interés y en general, en las cuentas nacionales.

La urgencia de regular los flujos internacionales en pos de desarrollo puede ser una medida ante las circunstancias, antes de que les llegue el invierno a las golondrinas.

Imagen obtenida de Acento
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1 Tomás Moro. (1516). Utopía. Madrid: Diario Público. «

2 Solís, Arturo. (20 de abril de 2020). ¿Qué quieren las calificadoras de Pemex para mejorar su nota crediticia? Obtenido de Forbes México «

3 Morales, Yolanda. (31 de marzo de 2020). En marzo salen capitales extranjeros de México por 4,600 millones de dólares, estima el FMI. Obtenido de El Economista «

Aristegui Noticias. (29 de abril de 2020). Confía AMLO en que industria de exportación impulse la inversión extranjera. Obtenido de Aristegui Noticias

Góchez, Roberto. (2005). Inversión Extranjera de Cartera: Determinantes en México. Ciudad de México: UAM.

Rodríguez, Silvia. (27 de abril de 2020). México, sin espacio para contraer deuda por COVID-19: expertos. Obtenido de Milenio

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