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El síndrome de Regina George


“Why are you so obsessed with me?”
Regina George, 2004.

Pocas veces en la historia del cine, el antagonista de una película se gana el cariño total del público, pasando por encima incluso del protagonista. Más allá de películas de superhéroes, quizá en este reducido sector podamos colocar personajes como Darth Vader de Star Wars o Hans Landa de Inglorious Bastards, empero hay uno que encabeza con firmeza esta lista.

Este es el caso de Regina George, interpretada por Rachel McAdams quien se ganó el cariño de toda una generación al convertirse en el estandarte de la película para adolescentes Chicas Pesadas gracias a su impecable actuación, desplazando del protagonismo a Lindsay Lohan, chica Disney por excelencia y estrella de la película que, si bien no fue olvidada por completo, muchas veces ni siquiera se recuerda el nombre de su personaje y en definitiva no es el primero que viene a la mente (es Cady Heron, por cierto).

Figura 1. Regina George. (2004).

Parte del éxito que se dibuja alrededor de este personaje radica en el rol que le toca cumplir dentro de la película: el de la chica popular dentro de la preparatoria. La abeja reina rige por completo su escuela, pues es ella el modelo a seguir de todas sus compañeras, el deseo de todos sus compañeros y es ella quien dicta la discusión y las tendencias dentro de las instalaciones.

La excepcionalmente acertada personificación de un desorden de comportamiento llamado Transtorno Histriónico de la Personalidad (THP), el cual afecta a Regina George sumado a su ácida sátira de la relaciones sociales dentro de una escuela preparatoria, resultaron en un magnífico personaje que inmortalizó a la película Chicas Pesadas dentro de la cultura pop.

En muchos aspectos, las características de Regina George nos recuerdan a un sector de la población que tenemos revoloteando alrededor de nosotros todo el tiempo cual mosquitos, el de los influencers. No es difícil de imaginar a Regina George como fiel representante de este grupo, con cientos de miles de seguidores en sus redes sociales, apariciones en campañas publicitarias y un peso muy grande en la conversación pública.

El confinamiento sanitario nos ha presentado una realidad distinta donde ya no existe tiempo ni deseo de procurar a este sector como antes, cuando se les colocaba en pedestales y aplaudía cada uno de sus movimientos. La población en general se ha encontrado con dificultades de nuevas magnitudes que han imposibilitado brindar la atención necesaria a quienes viven — literalmente — de ella.

Más allá de los síntomas que produce el virus SARS-CoV-2, también hemos sido testigos de los estragos que ha causado en los influencers el síndrome de Regina George: necesidad enfermiza de atención, dramatización exagerada de las emociones, convencimiento de que sus problemas son más importantes que los de los demás, idealización de que su relación con las personas es más íntima de lo que en realidad es, entre otras. Estas características se han visto potenciadas durante este confinamiento y ha sido gracias a ellas que hemos sido testigos de patéticas y tristísimas campañas publicitarias — con las cuales supuestamente alguien debe sentirse conmovido e inspirado — como aquella asquerosa compilación de personajes “mediáticos” cantando Cielito Lindo para “sentirnos unidos”, o la aún más triste y ridícula aglomeración de personajes de tez blanca de la televisión portando una playera negra con letras rosas con la leyenda “este 10 de mayo yo no chingo a mi madre”. Uno no puede evitar cuestionarse cuál es el propósito de campañas como esta última.


Figura 2. Genaro Lozano y Azucena Uresti (2020).

Vaya, ¿será que a Pati Chapoy, Denise Dresser, Paola Rojas, Javier Alarcón y compañía de verdad les importa mucho la salud de nuestras mamás? Me gusta pensar que no somos tan ingenuos y que este ejercicio — que por alguna extraña razón ellos creen que nos hará entrar en catarsis emocional y encontrar un nuevo respeto por nuestras madres — solo es en realidad un intento desesperado de mantenerse vigentes como figuras públicas dentro de una conversación colectiva que ha virado en otro sentido y que, aunque en inicio circunstancial, hoy le ha dado la espalda a estos personajes.

Para nuestra fortuna, el confinamiento sanitario ha desencadenado un distanciamiento bipartita para con los influencers. Por un lado, ha demostrado la fragilidad del pedestal sobre el que estaban parados. Tan solo en los primeros días, distintos YouTubers, estrellas de televisión, cantantes, actores y actrices comenzaron a bombardear nuestras redes sociales con su contenido esperando que el barco de rescate de las personalidades mediáticas no zarpara sin ellos. Sin embargo, esto no fue suficiente y muchos de ellos cayeron de nuestra gracia al sentirnos atosigados por su contenido.

En segundo lugar, la delicada situación del mundo real que para muchos es de vida o muerte y ha imposibilitado llevar la conversación del día a día a este sector. Si bien antes podía discutirse sin reparo sobre ellos, ensalzando su material y entrando al quite con desconocidos en defensa de estos personajes, hoy las personas se concentran más en sus familias, en sus trabajos y en la incertidumbre de cómo podrán voltear la pagina una vez que el confinamiento termine.

La población en general ha sido obligada a detenerse y observar cómo nuestra dinámica de reproducción social nos llevó al límite del colapso y tiró por la borda nuestra endeble economía; y la conversación debería girar en torno a ello y no en torno a personajes que se han mostrado oportunistas lucrando con la situación — porque por supuesto que las campañas mencionadas anteriormente fueron con goce de sueldo —. 

Sin embargo, hay personajes que se aferran con uñas y dientes a encontrarse un lugar en el debate del diario, como la actriz Ludwika Paleta quien anunció muy orgullosa en la revista Caras que no vacunaba a sus hijos, o como la youtuber YosStop quien sin pudor desestima la denuncia de violación de una chica convirtiendo su experiencia en una mercancía con la cual lucrar — al igual que Ludwika con sus hijos —.

La enfermiza necesidad de atención llega a límites extraordinarios cuando ésta escasea, y prueba de ella son estas dos personalidades a quienes no les importa incurrir en delitos como maltrato infantil y difamación con tal de conseguirla. Al más puro estilo de Regina George, este grupo de personas pretenden normalizar acciones perjudiciales — incluso de carácter ilícito, como ya vimos —, con tal de generar una polémica barata y mantenerse bajo el resplandor del foco mediático.

Contrario al sabotaje que transformó a Regina George en una chica común al final de Chicas Pesadas, esto no se trata de una solución individual, puesto que este es un grupo de personas que, aunque comparten características similares al personaje en cuestión, no son la causa de esta dinámica mediática que los reproduce y persevera, por lo menos no ellos por individual. Es una cuestión sistemática.

Hoy, este “selecto” y reducido grupo de personas que dicta la conversación a través redes sociales, se encuentra en jaque, pues está viendo que su alcance y su influencia se encuentran mermadas debido al confinamiento sanitario. Tenemos la oportunidad de desmitificar este sector y asestar un golpe brutal a este nefasto grupo de personajes que nos observan desde una burbuja aislada, — pues es innegable que estas personas llevan su cuarentena de manera diferente a nosotros — ajena al sentido de colectividad que si bien no hemos tomado, se nos ha presentado en bandeja de plata y es nuestro para tomar cuando lo decidamos.

No permitamos nunca más que se erijan nuevas abejas reinas, grupos de personas ajenas a nuestra realidad, que sigan mamando del parasitismo mediático que se nos ha impuesto, que nos digan qué hacer y cómo hacerlo, como lo hacía Regina George con sus compañeras y compañeros. Tomemos las decisiones en nuestras manos y dejemos perecer a los influencers, negándoles la atención que patéticamente e insensiblemente buscan conseguir.

Dictemos nosotros la conversación, y dejemos de permitir que personajes como Regina George — en apariencia simpáticos — proliferen y nos hagan la vida imposible. 

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