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El camino al fin

El 2020 ha cumplido ya cinco meses y comienza el sexto, contrario a lo que solemos decir a estas alturas de cada año, el tiempo no ha pasado volando. Algo que en las redes sociales se ha hecho habitual, es un peculiar tipo de publicaciones e imágenes que apuntan, cronológicamente, los sucesos ocurridos alrededor del mundo, destacando prácticamente en su totalidad las malas noticias o acontecimientos que provocan pesadumbre a quien se entera.

Por mencionar algunos, inmediatamente se me viene a la mente el conflicto entre los EE. UU. e Irán, el trágico fallecimiento de la estrella de la NBA, Kobe Bryant, los incendios en Australia, el movimiento feminista que cada día pisa con más fuerza, el brote de coronavirus, la anulación o postergación de prácticamente todo gran evento de carácter internacional, las protestas por el asesinato de George Floyd y Giovanni López y muchos otros eventos que ponen, por momentos, a más de uno a cuestionarse si las realmente la situación puede empeorar aún más.

Todo esto ha motivado a muchísimas personas a asegurar que el 2020 es el peor año en mucho tiempo, omitiendo lo ocurrido en años anteriores, porque realmente, cada año ocurren disputas bélicas, cada año la gente muere a causa del brote de algún virus, cada año miles de personas son víctimas del racismo estructural, las masas migratorias reflejan la precariedad en todos los sentidos de los países en vías de desarrollo y pobreza, en fin, ¿somos verdaderamente ajenos al fenómeno coyuntural actual? El 2020 no es un caso excepcional, pero sí cuenta con cierta peculiaridad.

Considero que, lo más acertado sería suponer que al permanecer tres meses en aislamiento (de momento), la situación da pie a cuestionar más a fondo los incidentes que ocurren en todas las latitudes, porque, siendo sinceros, en el modus vivendi que acostumbramos hasta antes de que ocurriera la cuarentena, el tiempo era insuficiente para estar al tanto de lo ocurrido y mostrar una postura u opinión, el tiempo sólo daba para conocer lo que ocurría cerca de nuestras fronteras y una que otra eventualidad en otro continente, porque al día siguiente tendríamos que regresar a al rutina; hoy tenemos algo más de tiempo. 

Imagen obtenida de El País

Y es que hoy en día, gracias a las redes sociales, prácticamente todos tenemos acceso a la información, es más fácil enterarnos de lo que ocurre en el mundo, y aunque somos susceptibles a las fake news, la sociedad ha sabido interpretar de buena forma la información la mayor parte del tiempo. Son sin duda una gran herramienta, participar se ha vuelto más sencillo, así como denunciar un abuso de cualquier índole.

Conforme pasan los años, las manifestaciones son cada vez más recurrentes, lo que en el pasado parecía como un ejercicio aislado y en ocasiones fuera de contexto, hoy no lo son más. Tomar las calles, incendiarlas, pintarlas, ensimismados en la impotencia e ira, ha sido el único recurso que nos queda.

El Estado, que pretende ser perpetuo, se ve cada día más amenazado, uno de sus distintos instrumentos como lo es el cuerpo de policía, luce día con día más impotente, incapaz de sostener el desasosiego del pueblo, se ha visto rebasado, porque al final de la jornada, son también sus inquietudes, inquietudes que son suprimidas en cuanto se colocan su equipo antimotín.

La población va perdiendo el miedo, se cuestiona cada vez más la situación que se atraviesa como individuo y como sociedad, las falencias del estado son más evidentes y estoy seguro de que lo ocurrido en los últimos tiempos es sólo el comienzo, la punta del iceberg que será desentrañado. 

Imagen obtenida de El País
No es la primera vez que el planeta parece tambalearse, a pesar de las vicisitudes resiste, es el pueblo quien resiste, y el pueblo mismo se dará lo que le ha sido arrebatado, producto de la lucha de muchos años atrás, tarde que temprano se derramará el vaso.

Sí, las noticias malas siempre se sobreponen ante las buenas, y el año 2020 no es la excepción, pero podemos utilizar esta experiencia para no callarnos más, hoy más que nunca casi todos estamos enterados de los males que padece el ser humano, podemos ya empezar a corregir eso que nos desmerece y ser solidarios con los intereses de los demás, derrocar al sistema es ya una posibilidad.

Es momento de que todos lo hagamos por Ingrid Escamilla, por George Floyd, por Giovanni López, por las comunidades indígenas, la comunidad LGBTTTIQA+, por los millones de desplazados y todos los sectores que son vulnerados y sus derechos humanos se ven silenciados, ya sea por su raza, género o condición social. 

El 2020 es uno de tantos años en los que la descomposición social se manifiesta en la realidad de la mayoría de la población, a costa de unos cuantos privilegiados, que buscarán callar siempre cualquier ruido que los incomode siquiera un poco, aún sabiendo que los tiempos han cambiado, pues no temen atentar contra aquel que altere el organigrama. Aprovechemos que la guardia está baja y que la mecha está encendida, procuremos que no la apaguen.

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