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Los Bisontes de Mary Shelley


“Si seres tan hermosos eran desdichados, no era de extrañar que yo, criatura imperfecta y solitaria, también lo fuera”.
Mary Shelley (1972, p.168).


El 3 de marzo de 2020, en medio de la peor crisis sanitaria global de este siglo, agonizante en algunas latitudes, incipiente en la nuestra, despertamos a la luz de una noticia extraordinaria: “Después de 100 años, el bisonte americano regresa a las planicies de Coahuila"1. La nueva alzó la ceja en más de uno de nosotros en señal de asombro, y muchos nos preguntamos: ¿Existían bisontes en Coahuila? ¿Qué les pasó?

La presencia de la especie hoy no es identificable a nosotros, mas que en ranchos y zoológicos que visitamos de manera bienal y en donde, a pesar de los gigantescos y coloridos mapas que señalan su distribución, no logramos recordar su zona geográfica de origen— en libertad, claro está —. Los más despistados lo sitúan en algún rincón de África confundiéndolo con el búfalo, mientras que los más atentos lo colocan al norte de la frontera con Estados Unidos.

En realidad, el hábitat de este majestuoso y milenario mamífero terrestre, — el de mayor tamaño en el continente americano —, se extendió históricamente desde Alaska hasta el norte de México y desde Nueva York hasta California, siendo esto aproximadamente 9.4 millones de km2 (Grupo de Trabajo para la Recuperación del Bisonte en México, 2012), extensión territorial similar a la de China continental, de 9.5 millones de km2.

Asimismo, se estima que previo a la colonización de Estados Unidos, había entre 10 y 60 millones de bisontes distribuidos en este territorio. Como referencia, algunos de los países con una población cercana a los 10 millones de personas son Portugal, Suecia y Cuba; mientras que algunos países cercanos a los 60 millones de habitantes son Italia, Francia y Reino Unido (United Nations, 2019). Sin embargo, entre 1830 y 1880 el bisonte americano estuvo al borde de la extinción, contabilizando únicamente mil especímenes en todo el continente (Grupo de Trabajo para la Recuperación del Bisonte en México, 2012).

Actualmente, en Estados Unidos se tiene registro de únicamente 62 manadas con 20 mil 504 bisontes cuyo objeto central es la conservación de la especie, mientras que en México, no fue sino hasta 2009 que el Servicio de Parques Nacionales de Estados Unidos, (National Park Service o NPS por sus siglas en inglés) donó 20 bisontes hembras y 3 machos provenientes del Parque Nacional Wind Cave en Dakota del Sur a la Reserva de la Biosfera de Janos en Chihuahua, con el propósito de establecer la primera manada en libertad en el país. Hoy en día, once años después de su establecimiento, esta manada cuenta con aproximadamente 180 bisontes que, sumados a los 19 que fueron recién introducidos a la Reserva Natural El Carmen en Coahuila, dan un total de 200 especímenes en libertad en México2.

Figura 1. Dos ejemplares de bisonte americano. Fotografía recuperada de México Desconocido Consultada por última vez el 6 de mayo de 2020 a las 20:00.

A pesar del espectacular y loable esfuerzo de las autoridades ambientales mexicanas por reintroducir y redignificar la presencia del bisonte americano en nuestro país, su histórico y milenario lugar de origen, es imposible pasar por alto que hoy solo existe una ínfima fracción de los especímenes que alguna vez existieron y que; quizá jamás volvamos a ver tantos ejemplares coexistiendo. Sin embargo, la especie aún persiste y parece ser más importante el qué frente al cómo, pues a pesar de la labor global de conservación, pareciese que son cada vez más especies cuya existencia está sujeta a un rescate repentino.

En este sentido, la situación del bisonte americano y de las demás especies en peligro de extinción, se asemeja a la magnum opus de Mary Shelley. En El Moderno Prometeo, la creación de Víctor Frankenstein es traída de vuelta a la vida, a una realidad a la que ya no pertenece y en la que es obligado a ingeniárselas para evitar su depredación humana.

Contrario a la representación hollywoodense que nos muestra a un gigantesco y mentalmente imposibilitado monstruo verde que, de acuerdo con su modo de andar bien podría padecer el mismo tipo de escoliosis que Forrest Gump, la criatura sin nombre de Mary Shelley es un ser pensante, sintiente, articulado, elocuente y sumamente inteligente, pues aprende a hablar y a leer a través de la observación, e incluso, domina una segunda lengua.

Lejos de las cualidades antropomórficas y las netamente humanas que se le atribuyen a la creación de Víctor, podemos pensar a las especies animales extintas o en riesgo de extinguirse como símiles de este personaje; seres pensantes y sintientes a los que se dedica un esfuerzo sobrehumano para su permanencia en éste, nuestro mundo, aún cuando parecen ya no ser compatibles con él. Una permanencia que depende absolutamente de alguien que la procure y esté interesada en ella y que, en contraparte, es una permanencia que ya no es viable de manera natural.

Es decir, una existencia postiza; misma que hemos extrapolado de la ficción a nuestra realidad y alrededor de la cual hemos constituido una nueva simbiosis artificial para con nuestro entorno; una relación que en apariencia muestra una codependencia entre ser humano y naturaleza donde ambos necesitan del otro para existir y se acepta como inquebrantable, empero, es únicamente bajo el sistema económico vigente, — el capitalismo —, cuando hemos permitido que la relación de dependencia humano – naturaleza se muestre como simbiótica, pues nunca antes ha necesitado la naturaleza del hombre para perpetuarse a sí misma.

Esta relación es entonces, en esencia, un ejercicio de poder unilateral disfrazado de simbiosis, perpetuado por la voluntad del capitalismo que, como su perpetrador, está llena de contradicciones, pues al presentarse la naturaleza como un obstáculo para el objetivo principal de la estructura productiva — la acumulación infinita de capital —, éste no solo se permite sino que se obliga a traicionar esta simbiosis artificial en aras de su seguridad, pues de no hacerlo, compromete su misma existencia. Esta relación tiene como detonantes un sinfín de actividades humanas que operan de manera desmedida, como lo son la industria minera, pesquera, agroalimentaria y turística, por mencionar algunas; actividades que han deteriorado de manera gradual, sistemática e institucional los biomas del planeta, precarizando el hábitat de prácticamente todas las especies animales y condenando a muerte a algunas de ellas so pena de extinguirlas o colocarlas en peligro de extinción.

Como se mencionó anteriormente, esta relación de poder disfrazada de simbiosis, ha evolucionado a tal grado que no podemos concebir la existencia de algunas especies animales más allá de cuatro muros de concreto, de un tanque de agua o, en su defecto, de una jaula; misma relación que nos ha imposibilitado entender que el cómo existe es igual de importante —si no es que más — que el si existe o no.

¿Porque cuál es el punto, entonces, de conservar artificialmente la existencia de especies que hemos desaparecido en aras del mal llamado progreso y desarrollo económico, cuando este ejercicio no trae consigo la integralidad de perpetuar sus hábitats, sus ciclos de vida y las condiciones que le permiten existir en verdadera libertad? No vuelven para emanciparse del yugo de esta relación, sino para afianzarse aún más en ella, bajo condiciones cada vez más asfixiantes. ¿Es entonces la elección de las especies azar?, ¿arbitrariedad? ¿mera recreación? No es objeto de este escrito responder esta interrogante, empero vale la pena hacerse la pregunta, más aún cuando bajo esta lógica, las respuestas potenciales son aterradoras y delusorias.

Sin embargo, la crisis sanitaria que azota al planeta este año nos ha permitido vislumbrar esta simbiosis artificial desde otro ángulo. Es cierto, el virus SARS-CoV-2 no afecta per se al capitalismo, pero sí lo trastoca, pues infecta el sistema respiratorio de quienes lo hacen funcionar y lo obliga a entrar en una fase de stand by, un estado de ausencia temporal.

Esta escasez simultánea de actividad humana alrededor del mundo ha dado un respiro al acorralamiento directo e indirecto de especies en sus ecosistemas. Jabalíes, patos y pavos en Madrid3, zorros en Bogotá4, pumas en Santiago de Chile5 e incluso especies en peligro de extinción como el jaguar, la tortuga laúd y el cocodrilo en Quintana Roo6 han salido de sus escondites periféricos y se han dejado ver entre las grandes urbes, atreviéndose a pisar territorios de los cuales fueron desterrados durante décadas. Del mismo modo, en los litorales de todo el mundo han vuelto las gaviotas, los delfines, las garzas, la bioluminiscencia y hasta las ballenas, todas especies vehementes a penetrar en cuerpos de agua en los que ya no era posible su desarrollo natural. Como consecuencia de esta pausa forzosa, se ha trastocado la simbiosis artificial que nos hemos construido para con nuestro entorno. Nuestro sistema económico ha entrado en coma, pero a nosotros, como personas, nos ha despertado de él.

A raíz de esta sacudida fortuita, hemos abierto una ventana que cumple un doble propósito. Vista hacia afuera, ésta nos muestra que aún después del colapso ambiental al que nos estamos acercando, hay especies que se rehúsan a cumplir la sentencia que les ha impuesto la actividad humana desmedida, aquella que condena su existencia en el planeta. La naturaleza, en su sentido más amplio, se resiste a perecer con nuestro sistema. En contraparte, vista hacia adentro, la ventana nos muestra un modus vivendi incompatible con todo lo que hay fuera. Nuestra reproducción social, sujeta y orbital al crecimiento económico infinito, es contradictoria a la vida misma y no pueden coexistir.

El esfuerzo titánico de conservación será infructuoso al verse saturado de especies al borde de la extinción, mientras que la labor de reinserción será irrealizable al no existir hábitats en los cuales reinsertar, mucho menos si estos espacios son resultado de la gracia de las mismas empresas transnacionales que deterioran los ecosistemas, como lo es la Reserva Natural El Carmen — propiedad privada de Cemex, cementera mexicana —, donde el bisonte en Coahuila tiene su nuevo hogar. ¿Y si el día de mañana se presenta la disyuntiva de perpetuar la acumulación de capital o perpetuar la reserva? ¿Qué pasará con las especies que la habitan? La respuesta es sencilla: estarán expectantes en el corredor de la muerte una vez más hasta que emane otra voluntad, esporádica y arbitraria del mismo ente del que han emanado las demás — el capital — interesada en su existencia, tal como de Víctor Frankenstein emanó para con su creación.

Como conclusión, vale la pena tener presente que la criatura de Mary Shelley no tuvo la posibilidad de transformar la simbiosis artificial a la que fue sometido, ni podrán hacerlo el bisonte ni las demás especies en peligro de extinción. Nosotros, por nuestra parte, hemos descubierto el origen de esta simulación, evidenciada por la misma naturaleza a través de un agente microscópico que nos ha obligado a detener y observar. La disyuntiva radica, a partir de ahora, en si continuaremos expectantes a las voluntades ocasionales del capital para con nuestro entorno, como la que esperaba el moderno Prometeo de sus cohabitantes, o si transformaremos nuestra realidad a una donde la simbiosis artificial que nos hemos creado y creído, se desmitifique; una en la que nuestros biomas y sus especies animales, pensantes y sintientes como el bisonte, retornen a su estado natural en auténtica libertad, sin precisar del ser humano para su existencia, lejos de la pena de muerte impuesta por el capital.

Depende de nosotros, como voluntad colectiva, prevenir el inevitable colapso catastrófico de esta falsa simbiosis, resarcir su daño y entender que la naturaleza no depende del ser humano, pero el ser humano sí depende de ella.

Es momento de actuar.


Bibliografía:

Gates, C. C., K. Ellison, C. H. Freese, K. Aune y D. P. Boyd (2010). Numerical a geographic status. Pp. 55-62. En: C. C. Gates, C. H. Freese, P. J.P. Gogan y M. Kotzman. American Bison Status: Survey and Conservation Guidelines 2010. IUCN. Gland, Suiza.

Grupo de Trabajo para la Recuperación del Bisonte en México (2012). Programa de acción para la conservación de la especie: bisonte (bison bison) México.

Shelley, M. (1972) Frankenstein. Bruguera, Ciudad de México.

United Nations, Department of Economic and Social Affairs, Population Division (2019) World Population Prospects: The 2019 Revision. (Medium variant).
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1 Titular de la noticia publicada por el periódico Zócalo, oriundo del estado de Coahuila. Recuperado de: www.zocalo.com.mx/new_site/articulo/despues-de-100-anos-el-bisonte-americano-regresa-a-las-planicies-de-coahuil Consultado por última vez el 20 de abril de 2020 a las 18:22. «
2 ídem «
3 Un jabalí aparece en Madrid en plena Ciudad Universitaria
(2020). El País. Recuperado de: http://elpais.com/espana/madrid/2020-04-15/un-jabali-aparece-en-madrid-en-plena-ciudad-universitaria.html%3foutputType=amp «
4 Siguen apareciendo zorros en Bogotá y la sabana durante el confinamiento humano (2020). Semana Sostenible. Recuperado de: https://sostenibilidad.semana.com/actualidad/articulo/coronavirus-en-colombia-siguen-apareciendo-zorros-en-bogota-y-la-sabana-durante-el-confinamiento/50459 «
5 Varios pumas se pasean por las calles vacías de Santiago de Chile (2020). La Vanguardia. Recuperado de: https://lavanguardia.com/cribeo/fauna/20200403/48281739203/varios-pumas-pasean-por-calles-vacias-santiago-chile-confinamiento-coronavirus.html%3ffacet=amo «
6 Animales en riesgo son avistados en Quintana Roo en medio de la pandemia (2020). Expansión. Recuperado de: https://www.politica.expansion.mx/estados/2020/03/28/labuena-animales-en-riesgo-son-avistados-en-qroo-en-medio-de-la-pandemis%3_amp=true «
Todos consultados por última vez el 2 de mayo de 2020 a las 18:45

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