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La no-ciencia económica


Es impresionante cómo ha permeado en la sociedad el discurso de la ciencia económica1. Cuando se refieren a la forma de hacer las cosas en esta materia, se asumen casi por reflejo un montón de cuestiones y supuestos que se presentan ante todos como soluciones universales o “leyes” casi naturales. En una plática una abogada me argumentaba, pensando que estaría de acuerdo por estudiar Economía, que lo que no entendía este Presidente era que el libre mercado iba a solucionar los problemas económicos de México y que se necesitaba en la Secretaría de Hacienda un economista que supiera hacer las cosas “como deben de hacerse”. Mi sorpresa no fue su argumento en sí, sino el tamaño de su convicción como quien sabe que la tierra es redonda.

La ciencia económica ha logrado ocupar un lugar en el imaginario colectivo a lado de otras ciencias convencionales como la química, física o las matemáticas. Incluso comete la osadía de anunciar sus propias leyes y teoremas que abonan al mito, al mismo tiempo que se distancia cada vez más de su carácter social. Sin embargo, para las ciencias exactas es injusto elevar la ciencia económica al mismo rango, Steve Keen la considera una pre-ciencia, como lo fue la astronomía antes de Copérnico o Galileo, y mantiene la esperanza de que pueda tener un gran desarrollo en el futuro que le permita superar “las parodias de lógica y el anti-empirismo que han cometido…”2

Regularmente, cuando alguien estudia por primera vez los supuestos de la Teoría Económica, es normal que su reacción sea levantar una ceja y argumentar, desde la propia experiencia y el sentido común, la irrealidad de los mismos. Sin embargo, el Doctor en Economía apelará a su título y años universitarios como reconocimiento de la autoridad en ciencia económica que presume ser y si hace falta, también apelará a la autoridad de los autores que estudió, como Milton Friedman que argumentó en sus Ensayos sobre economía positiva que la inexactitud de los supuestos no importa si la teoría funciona para producir predicciones suficientemente precisas. El carácter de la metodología de la ciencia económica abandona el rigor científico y se arroja a los brazos del instrumentalismo. No es asunto baladí discutir si la ciencia económica pudo predecir algo con exactitud alguna vez, pero basta con observar cómo las predicciones para el crecimiento y otros indicadores económicos se ajustan periódicamente para hacerlos encajar con la realidad. Para ilustrar su irremediable fracaso, la anécdota que nos presenta David Harvey es más que adecuada:

“Cuando su majestad la reina Isabel II preguntó a los investigadores de la London School of Economics en noviembre de 2008 cómo podía ser que no hubieran predicho con precisión la llegada de la actual crisis… los economistas guardaron silencio. Unidos bajo la égida de la academia británica, sólo pudieron confesar en una carta colectiva a su majestad —tras seis meses de reflexiones y largas consultas con los dirigentes políticos— que de alguna forma habían perdido de vista lo que llaman ‘los riesgos sistémicos’ y que , como todos los demás, se habían extraviado en una ‘política de denegación’”3

La actitud común ante lo intimidante de la ciencia económica es francamente religiosa, pues se mitifican sus procesos por lo elaborado de sus códigos y con la inclusión forzada de cierto conocimiento matemático que, aunque es de nivel muy básico, no es accesible para todos. A pesar del éxito de la teoría económica al transmitir su discurso y enunciados, por fortuna, la economía es estudiada desde distintas perspectivas que presentan explicaciones de los fenómenos económicos más fieles a la realidad. Estos son núcleos de resistencia en las universidades que se rehúsan a languidecer ante la teoría hegemónica a pesar de los esfuerzos de las autoridades y las presiones de las élites económicas por hacerlos desaparecer de los planes de estudio. De ahí la importancia de recuperar a autores heterodoxos como Karl Marx, Michal Kalecki, Piero Sraffa, Amit Bahaduri, Alejandro Nadal, David Harvey, Steve Keen, Anwar Shaikh, entre otros, que nos presentan una perspectiva más fiel de la realidad.

Milton Friedman on What Drives Economic Progress
Milton Friedman. Imagen tomada de The Wall Street Journal

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1 La corriente marginalista, el núcleo de la economía neoclásica, ha logrado normalizar la falsa asociación entre su teoría económica y el término ciencia económica. Así como invisibilizar a las demás teorías económicas. «
2 Keen, Steve. “Debunking Economics”. 2001. Editorial Zed Books. «
3 Harvey, David. “El enigma del capital y las crisis del capitalismo”. 2010. Editorial Akal. «

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