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En busca de la originalidad


Recientemente un tema que me da vueltas en la cabeza es la originalidad. Incluso mientras escribo este texto, me cuestiono si mi planteamiento es lo suficientemente original. La angustia se intensifica, sobre todo, con una tesis a la vuelta de la esquina. 

En la academia, es importante que en la producción de ensayos y artículos siempre se cumplan ciertos criterios, el más importante de ellos es la originalidad. La academia es muy cuidadosa en este sentido, las citas y las referencias son importantes y cualquier indicio de plagio es intolerable. Pero más allá de la academia, vale la pena preguntarnos si aún hay ideas realmente originales.

Muchos de los grandes aportes teóricos y científicos sobre los que reposa nuestro conocimiento, fueron desarrollados por más de una persona en su momento. Después de que Charles Darwin publicó su obra más importante, El Origen de las Especies, reconoció que la idea de la evolución no era nada nueva, había sido pensada casi cien años antes por Johann Herder y por su propio abuelo, Erasmus Darwin. Incluso, el naturalista Alfred Russel Wallace, mantuvo correspondencia con Darwin, pues ambos coincidían con a la misma idea sobre la evolución.

No podríamos entender la Teoría Keynesiana sin que antes hubiera existido la Teoría del Valor de Karl Marx, que a su vez no entenderíamos sin los aportes de Adam Smith, y estos a su vez sin los aportes de los fisiócratas. Los grandes aportes teóricos son sostenidos por las reflexiones del pasado, ya sea para respaldarlos o para refutarlos.

Es como si los conocimientos estuvieran listos para ser descubiertos, dada una base teórica previamente desarrollada y una materialidad histórica presente. Posiblemente el conocimiento siempre ha funcionado así. Vivimos bajo ciertas condiciones históricas dadas y enfrentamos ciertos problemas y dilemas comunes a nuestra época que hacen muy probable que más de uno se encuentre buscando una solución o una explicación. Me parece que, sobre todo, se trata de formar síntesis creativas y no de la generación de ideas completamente nuevas y originales.

Por lo tanto, es la creatividad la que nos permite darle explicación a los fenómenos que ocurren en nuestro presente mediante la relación que hacemos de las cuestiones que más nos inquietan con los desarrollos teóricos y científicos previos, así como la correspondencia con las conversaciones y observaciones presentes en nuestro tiempo, sobre todo cuando la información y los datos abundan. Desarrollar la creatividad es más importante que la exhaustiva búsqueda por la originalidad. Se trata de reconocer los aportes del pasado e incorporarlos a la construcción de un nuevo aparato teórico y científico que sirva a su vez para la construcción del conocimiento de las siguientes generaciones.

Desde luego que el tratamiento que hoy le doy a la cuestión de la originalidad, no es original, y es apenas creativa. Pero la intención de esta breve reflexión es que sirva de acicate cuando nos encontramos paralizados por la inútil búsqueda de esa quimera, la originalidad.

Gaspar Melchor de Jovellanos, pintado por Goya. Imagen tomada de Wikipedia

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