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La izquierda, la derecha y la carabina de Ambrosio

Distante de lo que fui, recientemente me hallo contenido a participar de la discusión sobre el acontecer político en México. Si obligo la reflexión, mi abulia nace en el 2018. 

Cuando Andrés Manuel López Obrador gana las elecciones presidenciales, se concretó un largo anhelo para todos aquellos simpatizantes de lo que identificamos como izquierda. El improbable nuevo presidente divide opiniones hasta en la propia ala que lo arropa. No obstante los matices y el grado de recepción con el que el tabasqueño es asumido en dicha ala, el consenso parece ser que no había algo mejor. Al menos, no en las papeletas.

Con mayor violencia o con más candor se espera del prometedor nuevo gobierno, como mínimo, el mejor gobierno que hayamos tenido. Poca cosa.

Algunos, los que confiaron en AMLO como candidato, son más proclives al arrepentimiento. Entre ellos, válgame, hay quienes incluso vindican con nostalgia a personajes como Ricardo Anaya: peligrosa retractación. Por su parte, los que eligieron a AMLO como símbolo tienen menos opciones. Las personas cuyo arraigo a la izquierda es mayor, tienen menos interés en el nombre de quien lleve a cuestas las esperanzas de su “ideología”. Si mañana se destapara un escándalo que involucra a AMLO la conmoción sería menor para ellos y su compromiso con la causa no sería amenazado, como sí lo sería para quien confía en los nombres propios. 

Solía creer que esa era la verdadera cara del compromiso, que mi única obligación hacia una causa era la lealtad que le debía a la causa en sí y no a quien la representa. Y claro que todavía me nublo y me desboco. Aún me seduce la idea de verme como alguien tajante y, en mi miedo por no ser visto como tibio o timorato, endurezco mis posicionamientos.

Pero por pura aritmética entiendo que ése es sólo el camino hacia ninguna parte. No veo más tibieza en la gente que no se asume como parte de estos bandos tan desgastados, como alguna vez lo hice. Y no lo hago porque creo que a largo plazo tu bando no es importante, si en el corto plazo seguimos siendo todos pepenadores buscando entre montañas de basura, de esa que escupe Gómez-Leyva, Dresser o Aristegui, metiendo en nuestro costal todo lo que nos sirve para validar lo que ya creíamos y desechando lo que pueda desafiarlo. Sesgo de confirmación, que le llaman. 

En La fenomenología del espíritu1, Hegel desarrolla lo que se conocería como la dialéctica del amo y el esclavo, en la cual aborda el origen de las relaciones humanas y de la historia universal, con la colisión de dos deseos, el encuentro entre dos conciencias. Estas dos conciencias sólo existen como amo o como esclavo, en tanto que su contraparte los reconozca como tales. Sólo hay amo si hay esclavo, sólo hay esclavo si existe un amo.

De esa forma (bueno, no de esa forma, Hegel sí lo hizo bien), Hegel establece la dialéctica como un método de razonamiento que parte de la lucha de contrarios (tesis contra antítesis), lo que resulta en la trascendencia y superación de las contradicciones (síntesis). 

La oposición es el refugio de una izquierda manca y coja de nacimiento, pero ciega, en gran medida, por convicción. Hay mucho por hacer, mucho por que pelear, pero ¿cuál es la prisa en tanto Marko Cortés y Enrique Alfaro estén del otro lado?

No sólo era ya bastante peligroso simpatizar con ideas, personajes o movimientos sólo por tradición, sólo por estar insertos o vinculados a lo que históricamente se asocia con la izquierda. Hemos llegado a un punto en el que la izquierda, es una izquierda por eliminación, es una izquierda por descontado. Una izquierda que es izquierda por no ser derecha: es la prostitución de Hegel.

Como Citlalli Hernández, senadora por Morena, quien tuiteó recientemente, “pidiendo” por una oposición más comprometida por el país. Porque es más fácil, ¿no?

La izquierda, la derecha o como quieran llamarse dejaron de buscar su justificación de ser en la acción política cuando la encontraron en la penosa exhibición de su contrario. Así los ideales no importan, ni el desarrollo, ni el progreso, ni el orden, ni la lucha, ni la vida, porque al menos no soy facho, cuando menos no soy chairo. ¿Hay algo más importante que eso?

Pues sí. Se me ocurren, al voleo, doscientas cosas más importantes y mucho más urgentes. Porque la oposición existe, Citlalli, sólo hay que saber buscarla. Que, si esperas encontrarte a la oposición ahí, en las cámaras, en los curules contiguos, vestida de azul o de amarillo, igual quedas muy contenta, igual consigues muchas palmadas en la espalda, igual nos reímos todos de Javier Lozano o de Alejandro Moreno. Pero la oposición no está ahí, nunca lo estuvo.

La oposición al poder no son otros poderosos, por distintos que sean, aunque sean más viejos o más pendejos, más zurdos o más derechos. La oposición al poder son los desposeídos, son los olvidados, son los marginados; no tengo dudas, pero sí muchas pruebas. Y sólo cuando dejemos de jugar al bueno y el malo, cuando nadie grite blanco porque el de enfrente gritó negro, vamos a poder verlas. 

De esta dialéctica anticuada de quién es de derecha y quién de izquierda no va a salir nada más que autocomplacencia, golpes de pecho y mucha falsa superioridad moral. Y digo, nada en contra de inflarse un poquito el ego de vez en cuando, pero no a costa de esto. 

Lo político –decía Bolivar Echeverría– se juega, y a veces de manera más decisiva, en escenarios aparentemente ajenos a la política propiamente dicha2. Sin embargo, donde sea que encaremos lo político, siempre se trata de la gente; de la gente de un país en el que el 55.5% de los hogares sufre inseguridad alimentaria3, donde hay sicarios de 9 años, donde hay refresqueras y armadoras de autos, pero no hay agua. 

La recomendación es sencilla: cuando no encuentren oposición, cuando izquierda y derecha se miren entre sí y les quede la sensación de que no hay nada más que hacer, miren hacia abajo. 





Hegel, F. (2017) Fenomenología del espíritu. México. FCE «

Benjamin, W. (2003) La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica. México. Ítaca «

Gómez, C. (22 de julio del 2020). México, sin programa para prevenir la mala nutrición: FAO. La Jornada. Recuperado de https://www.jornada.com.mx/ultimas/politica/2020/07/22/mexico-sin-programa-para-prevenir-la-desnutricion-fao-4494.html «


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